dimarts, 21 de desembre del 2010

DIARIO DE UN HOMBRE MALTRATADO

MI DIARIO

Realmente no sé por qué me decido a iniciar este diario: supongo que la presión de todo este tiempo; tantos silencios, tantas miradas rechazadas, tantas cosas que necesito decir pero que debo callar; pues nadie comprendería… en definitiva es una válvula de escape por todo aquello que vengo sufriendo en mi mutismo y que, absurdamente, por el trabajo que tengo, por la relación del día a día que mantengo con las personas que, como yo, aportan todo de sí mismas para ayudar en el bienestar de las pobres gentes que requieren de nuestras manos… por mi facilidad de palabra que, en el hospital todos atienden con gran interés, debería resultarme fácil acudir a mis mejores colegas y amigos y explicarles, detalladamente, cómo he sufrido estos largos años, mis penurias; esos insultos y esos golpes que, por mi naturaleza de hombre con mayor fuerza, he podido detener a tiempo en la mayor parte de las ocasiones… pero no me veo capaz; no resulta en absoluto, nada coherente que una persona, un varón de mi estatus social, mi trabajo y mi vida lujosa: aparentemente todo ello lo que cualquiera podría desear para ser feliz, acuda al exterior para reconocer con la mirada cabizbaja que sufre los malos tratos de su mujer desde hace tiempo: años. ¿Qué pensarían todos? Me mirarían como si estuviera loco, como si fuera un amargado que precisa de las atenciones a base de mentiras patéticas e increíbles… suena tan ridículo que con sólo imaginarlo desisto de cualquier intención… quizás en el fondo, lo mejor es mantenerlo en callada agonía puesto que sólo yo debo remediar mi situación y preguntarme por qué hemos llegado hasta aquí.
En nuestro tiempo actual, estamos acostumbrados a escuchar constantemente el lamento de cientos de mujeres que reciben palizas y abusos de sus despiadadas parejas: pobres señoras que, en situación de inferioridad física no saben defenderse de las patadas y de los puñetazos de sus maridos que, equívocamente se creen superiores a ellas solamente por el hecho de tener más adrenalina que descargar de sus cuerpos. Es cierto que en la historia del hombre y la mujer, ésta siempre ha quedado sometida a la categoría de “hembra”; su posición se ha reducido a la de entidad sin mente, sin voz ni voto que servía únicamente para alimentar a los hijos y cuidar de su señor.
Hoy por hoy todo está cambiando: estamos sufriendo una metamorfosis social que, en realidad augura algo positivo; la mujer se está desatando de sus cadenas y se enfrenta al mundo laboral y a las mismas condiciones que su enemigo más próximo; aquel que la retuvo durante siglos a una vida repugnante y machista. Ahora ya hablamos de feminismo y, por nuestras mentes algo prehistóricas todavía, no acabamos de aceptar que ellas hayan decidido coger las riendas de sus caminos y que no nos requieran para nada más que procrear: nos atemoriza como buenos cobardes que somos, que abandonen los hogares para sumergirse en sus trabajos tan o más importantes que los nuestros propios y nos repele que sean capaces de manejarse mucho mejor y más ávidamente de como hemos hecho los hombres hasta ahora. Digamos que la época en que corre, se han cambiado las tornas y son ellas las que nos empiezan a manipular a su antojo y nos hacen pasar por el aro; nos obligan a aceptar sus normas tanto si estamos de acuerdo como si no… y es que no queda más remedio que asentir y seguir viviendo, cada uno con su nuevo papel.
Y yo como hombre, me siento orgulloso de este progreso puesto que siempre he sido abierto de miras; es más; a Julia le hablo con toda claridad y la incito a que se abra hueco por el mundo sin temor y con la seguridad de que por ser mujer no tendrá menos oportunidades ni será inferior a otros que busquen aquello mismo que ella. Está en una edad difícil: a sus dieciséis años entiende perfectamente lo que sucede en su casa; las riquezas que la han envuelto casi desde niña, no subsanan el dolor psíquico que está hiriendo su futuro: por no decir su corazón y a veces temo, cuando la veo apoyada en el marco de la puerta y me observa con el mismo destello en la mirada azul que su madre… pero Julia es buena… también Laura, aunque de otro modo.
Entonces… si es cierto que las mujeres se están apropiando de nuestros “supuestos” lugares, me pregunto por qué no darse la misma situación de estrés y de soberbia en ellas respecto a nosotros. Pero aún así y pudiendo ser, a nadie le entra en la cabeza que un cardiólogo de cuarenta y dos años, casado con una psiquiatra de gran reputación y profesionalidad; mujer bellísima, educada, inteligente, cautivadora y presumiblemente, siempre al alcance de las circunstancias sociales que su entorno requiere… agradable y cariñosa con su hija y amistades múltiples, pueda estar supeditado, en la intimidad de su casa a los cambios de humor y a la rabia inusitada de ésta que, de manera horrible sufre una mutación de adentro hacia afuera que es inexplicable e implacable.

dilluns, 6 de desembre del 2010

DIARIO DE UN HOMBRE MALTRATADO

Efectivamente, Miguel cerciorándose de mi obstinada fijación, decidió “acosar” a Laura después de una de sus clases: yo me resguardaba detrás de él como si temiera ser recriminado por ella que, instintivamente clavó sus preciosos ojos en mí antes de volver a fijarse en el chico larguirucho y morenazo que le obstruía el paso descaradamente.
-Perdona… ¿no nos conocemos de algo?- preguntó Miguel.
-Pues… si nos conocemos, supongo que, lógicamente será de la universidad ¿no crees?- una hermosa sonrisa surgió de sus finos labios rosados y la mirada le centelleó. Me pareció tan guapa; era tan atractiva con sus cabellos, ahora recogidos en una cola, sus tejanos de campana ceñidos por la cintura y su blusa azul claro y bajo el brazo la carpeta de estudiante que le otorgaba un aire de intelectualidad que, de hecho, más adelante demostró tener…
-Sí, bueno… pero, me preguntaba si te suena de algo este amigo mío que dice que eres la chica más linda que ha visto por aquí…- me tiró de un empujón hacia delante y me dejó plantado delante de ella. Me sentí como un verdadero idiota: veinticuatro años y con esa vergüenza impropia de mi edad. Laura me inspeccionó de arriba abajo, seria, circunspecta y, de nuevo apareció otra de sus radiantes sonrisas… me resultó imposible no dibujar otra sobre mi cara de mameluco.
-De hecho, no lo había visto por aquí…- me sentí defraudado y al momento continuó- pero la verdad es que me extraña que estudiando en la facultad y con lo majo que es, no haya reparado en él- hablaba dirigiéndose a Miguel como si yo no existiera y se refiriera a un simple muñeco u objeto cualquiera. De pronto, se centró en mí- ¿Te has especializado este curso?.
-Sí…- me puse la mano en la cabeza y empecé a remover el cabello tal y como haría cualquier niño pequeño en una situación comprometida- en cardiología.
-Vaya… te gusta tratar los asuntos del corazón… éso está bien: debes de ser un chico sensible…- sus pupilas se dilataron- me gustan los muchachos sensibles.- reí y ella también; para cuando quisimos darnos cuenta, Miguel ya se había ido: su papel de Celestino se había dado por concluido.
Aquella tarde comimos juntos un bocadillo, mientras charlamos y charlamos sobre lo que esperábamos del futuro: ella estaba dispuesta a llegar hasta la cima; deseaba entender la psique humana y poner fin a algunos de los conflictos interiores de la mente que tanto daño causan y que tan poco llegamos a comprender.
Me pareció una mujer vital y fuerte que tenía las ideas muy claras respecto a todo aquello que deseaba. Era práctica y muy crítica con ella misma y con el mundo que nos envolvía. Me gustó. Me gustó de verdad y ya aquella primera vez entendí que Laura, ojos de cielo, sería parte de mi vida y que sin ella darse cuenta me había encadenado irremediablemente.

diumenge, 21 de novembre del 2010

PRESENTACIÓ DEL NOU MANUSCRIT

ALTRA VEGADA AQUÍ: US PRESENTO UN NOU MANUSCRIT: EN AQUESTA OCASIÓ, REDACTAT EN CASTELLÀ: MENYS SARCÀSTIC I MÉS INTENS QUE "SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE" ( ALMENYS, SOTA EL MEU PARER ) QUE INTENTA MOSTRAR LA TRISTA REALITAT - PER DESGRÀCIA, TAN QUOTIDIANA I CONEGUDA PER TOTS - DE LA VIOLÈNCIA DE GÈNERE. AQUEST LLIBRE, PRETÉN REFLECTIR AQUEST IMPACTE, SOTA LES VIVÈNCIES DEL JORGE MANLLEU; UN EXCEL·LENT CARDIÒLEG, CASAT AMB UNA REPUTADA PSIQUIATRA QUE, EN LA SEVA INTIMITAT MOSTRA LA CARA MÉS VIOLENTA I DEGENERADA, FORA DE L'HOSPITAL I DE LA SEVA IMATGE IDEALITZADA... NO, NO EM REFEREIXO A ELL: EM REFEREIXO A LA LAURA: A LA SEVA ESPOSA... UNA MALTRACTADORA QUE ACONSEGUEIX ESFONSAR-LO EN UN SENSE FI DE PERQUÈS, D'AMBIGÜITAT I DE SENTIMENT DE CULPA QUE EL JORGE ES DECIDEIX A PLASMAR A LES FULLES DEL SEU DIARI, FART DE NO PODER EXPRESSAR LA SEVA REALITAT, PER TEMOR A COMENTARIS I BURLES.
ARA BÉ... SERÀ TOT COM SEMBLA?... QUINA FI TINDRÀ EL SEU PATIMENT CONSTANT?... QUI ÉS EL JORGE? QUI ÉS LA LAURA?... EN FI, US CONVIDO A SEGUIR DE MICA EN MICA AQUEST RELAT I SI US VEIEU AMB COR, A QUE EXPRESSEU LA VOSTRA OPINIÓ.
A VEURE SI TENIU PACIÈNCIA I ARRIBEU AL FINAL... SI AIXÍ ÉS, POTSER US QUEDEU DE PEDRA.

FINS ARA!!!



DIARIO DE UN HOMBRE MALTRATADO:

PRÓLOGO

Nos conocimos en la facultad: aquel año escogía la especialidad de cardiología y ella optaba por la psiquiatría. La vi por los pasillos con su larga melena rubia y sus vivaces ojos azules como un cielo despejado en verano; hablaba con sus amigas y reía, mostrando una dentadura perfecta. Me cautivó y en ese momento me propuse conocerla en profundidad; saber su nombre, de sus aficiones, sus dudas, sus sueños e ilusiones… yo era demasiado tímido para presentarme inesperadamente y aquel día dejé escapar la oportunidad… pasé por su lado sin que ella me tuviera en cuenta, abandonándola a su simpática charla pensando que, en cualquier otra ocasión saldría de las sombras para que supiera de mí: uno de mis grandes amigos, Miguel, seguro que me la presentaría: conocía a todas las mujeres habidas y por haber y si no se daba el caso, a buen seguro hallaría un motivo para provocar un encuentro fortuito entre nosotros. Era un conquistador nato; un casanovas: alto, esbelto, buena presencia, guapo… y, en definitiva, un todo; su mente era ágil y rápida y por tanto, sus notas excelentes: aún ahora, después de tantos años, cuando nos encontramos de vez en cuando en su casa de St.Cugat o en la mía de Matadepera, en nuestras animadas tertulias, observo no sin asombro, esa elegancia y belleza que sigue conservando como si mantuviera latentes sus veinte años de ayer y no los cuarenta y dos que, inevitablemente pesan sobre nosotros: ginecólogo de oficio, me cuenta con distraída atención, mientras su esposa sonríe con cierta incomodidad reprimida, sus anécdotas en el mundo de las mujeres que lo visitan a diario en su consulta privada: suelen ser señoras adineradas, algunas realmente sublimes; enjoyadas y emperifolladas lo justo para causar una falsa apariencia de su edad, ya suficientemente madura… ríe con gusto cuando me cuenta que algunas buscan consuelo en él como si por el hecho de ser médico tuviera el poder de aliviar sus problemas menopáusicos y, ya de paso, también emocionales: la verdad es que lo pasamos bien pero en tanto que habla, gesticulando con su perfecto rostro, siempre bronceado y destacando en él unos enormes ojos verdes de largas pestañas negras como su cabello corto, detecto en Silvia una frustración y una pena nunca expresadas y me puedo identificar con ella; entiendo lo que significa callar el dolor sin que nadie pueda detectarlo, sin que alguien se ofrezca a mirarte y a entender sin necesidad de hablar… pero éste, es otro tema.

dimarts, 2 de novembre del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

DARRER CAPÍTOL:

NOTÍCIES DE DARRERA HORA


Torna a fer calor: som a la primavera i jo ja tinc trenta-dos anys!! Em segueixo conservant com una nina... i és que qui està ben parida, no pot ser modesta.
Assegudes al porxo de la casa que el Jaume i la Montse s’han comprat a Matadepera, estem ella i jo: especifico: ella; la Montsina, el seu bombo ( sense accent ) de sexe femení i jo, menjant gelat de xocolata amb trossets d’avellana... deliciós.
-Ostres, si segueixo menjant així, dintre d’un mes, semblaré una balena.
-Dintre d’un mes?... Ja ho sembles!!- aquest és el Jaume des de l’interior de la vivenda.
-Has vist quina amabilitat regna en aquesta llar?- somriu, més bonica que mai, la veritat: els seus cabells curts rinxolats, d’un castany fosc satinat, envolten el seu rostre arrodonit i li ressalten els pòmuls.
-No en facis cas: ja saps que són homes.
-Xènia; estàs guapa, avui.
-Jo pensava el mateix de tu- riem i ens agafem de les mans.
-Com canvien les coses, Xeni. Fa dos dies feia vida lleugera i en canvi ara quasi no puc ni aixecar-me de la cadira sense ajuda... aquesta nena serà gran!
-Com a persona, vols dir?- ella somriu.
-Sí; això també...- rumia una estona- Estem madurant, oi?
-Això vol dir, amb bones paraules, que ens estem demacrant?
-Exacte.
Faig un cop d’ull a la casa des de la meva posició i comento:
-Caram, quina residència us heu buscat, penques.
-No res... un saldo...- riem de nou. Per a nosaltres, la vida és fàcil. I quan no hi arribem, sempre hi ha algú que ens cobreix els números- Què et penses? Tinc al Jaume esclavitzat a fer hores extra per la resta de la seva vida.
-Comences a semblar-te a ma mare...
-No, si et plau!!!- nova riallada de dones tontetes.

Silenci...

-Doncs... no pensis que seràs la única que viurà de luxe, maca...
-Què vols dir?
-El que escoltes...
-I què cony escolto? Viuràs amb el Joan?
-No... no només hi viuré: m’hi casaré!!!
-Què dius, ara? Però, quan? Quan ha estat això? Mala amiga; ho sabies des de feia temps i no m’ho has dit fins ara... una altra creu al meu calendari...
-Són notícies de darrera hora, Montsi... ahir em va demanar que ens caséssim.
-Això és fantàstic...-em va mirar el rostre greu...- o no?- va canviar el to per si de cas i jo vaig eixamplar el meus llavis d’orella a orella.
-És increïble!!! El primer home que em demana en matrimoni i la primera vegada que em sento preparada...
-Poc més d’un any després de que el tanoca del Xavier fes de les seves... i al final es va penedir... són tan inestables, pobrets...
-Em sembla que tu i jo hem trobat les excepcions que confirmen la regla...
-Sí, ni que ho diguis... el Jaume és molt excepcional...
-T’he sentit, nena... – un altre crit ofegat del mascle de la casa.
-A veure si callem i assumim la paraula “discreció”, amor meu- diu la Montse mirant cap a l’interior de la sala d’estar amb la sorna marcant-se-li a la cara.

Un ventet moderat i tebi s’aixeca pel jardí, joguinejant amb els geranis i les fulles de l’olivera que la Montse es va fer plantar: m’agrada el crepitar en fregar-se les unes contra les altres... dóna una certa calma interior. Miro a la meva amiga i sé que pensa el mateix que jo d’aquell instant.

-Espero que no t’atreveixis a casar-te tot just quan hagi de néixer la Carlota. No t’ho perdonaria mai. Com pots imaginar, no puc dir-li: “espera’t, reina”.
-Tranquil.la... la meva boda no seria una cerimònia en tota regla si tu no hi fossis. A l’Agost, encara tindrà temps la teva filla, de rumiar quin dia vol néixer.
-A l’Agost?... Bona època.
-Sí; enxampo als meus pares de vacances... se’n van a Costa Rica.
-De debò??
-No, tonta... què pretens? Que la meva mare em torturi tota la vida?
-En porta mitja, fent-ho; ja no ve d’una altra meitat...
-Això també és veritat...

Un nou i prolongat silenci.
-Has vist? Després de tant de patir, al final una aconsegueix trobar l’equilibri i la felicitat- a la Montse se la veu contenta mentre m’ho diu.
-Sí; però costa un sofriment indesitjable, no fotem. La vida està plena d’entrebancs.
-Per a nosaltres; els homes fan la seva sense pensar dues vegades les conseqüències dels seus actes i són tan superficials que al davant d’un contratemps, se’ls enregistraria un electroencefalograma pla.
-Millor viuen...
-L’important, estimada Xènia, és ser dona sense estressar-se.
-Això sona a títol de novel.leta per a passar l’estona...
-Ei! Bona idea... podríem escriure un llibre!
-D’acord: fes-me la introducció, el nus i el desenllaç i jo hi poso el nom.
M’aixeco i em trec la mandra de sobre:
-Bé, Montsina meva: me’n vaig que és tard i vol ploure- m’apropo a ella i li poso la mà a la panxa prominent- Adéu, Carlota: porta’t bé amb la mama- li faig dos petons a la Montse i miro cap a dintre de la vivenda- Adéu, Jaume: quedes convidat a la boda!!
-Boda, dius? La teva?
-De moment i que jo sàpiga, sí.
Surt a mig vestir amb les seves bermudes i les xancles i em fa una abraçada.
-Enhorabona per tu i bona sort per a ell- somriu amb picardia.
-Au, entra!-miro a la Montse, de nou- Paciència, filla...
-No ho saps prou bé...
M’encamino cap a la portalada de ferro de l’entrada i pego sotragada amb el graó que puja cap a la marquesina on encara és asseguda la Montse, que fa una riallada:
-El dia de la boda, et demano que no t’entrebanquis... per la teva dignitat de núvia.
-JA, JA!!
Quan estic a punt de sortir, li envio un petó i ella me’l torna. M’adono de quant l’aprecio. En posar un peu al carrer, la sento cridar el meu nom:
-Recorda’t... ser dona sense estressar-se!

dilluns, 11 d’octubre del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 23

I... VAN SER FELIÇOS, MENJANT PERDIUS?

La Xènia es va llançar en picat aquella mateixa tarda al finalitzar la darrera consulta del grandiós i cèlebre doctor Joan Espinell Vic, futur pare dels seus fills, que, de fet, havia passat per sobre d’ella com un saltador professional de perxa i s’havia reclòs al seu despatx igual que un cargol dintre de la seva closca.
Abans de que agafés la seva jaqueta i toqués el dos, vaig picar a la porta; al principi, vaig pensar que no volia que hi entrés perquè no va respondre però de seguida em vaig adonar que havia colpejat tan afeblidament que el pobre no m’havia ni sentit. Anava molt arreglada... ja podia, ja, després de la corredissa ravatada que havia fotut cap a casa durant l’escassa hora que m’havia restat en haver-me omplert el pap. No podia fer les paus amb ell, vestida amb aquella faldillota infecte que m’arribava a mitja tíbia i aquell intent de samarreta que em quedava com un mallot; la Susanna devia pensar que m’agradava la dansa. I per acabar d’adobar-ho, les meves bambes, que em donaven l’estupend toc de bon gust per a treballar en un circ ambulant.

Quan va pronunciar aquell: “endavant” típic, vaig obrir la porta de mica en mica i em vaig situar al davant de la seva taula, amb els bracets arreplegats a sobre del formidable vestidet curt, color morat, tal i com la innocent que mai no ha romput un plat ( però que en realitat porta tota una trencadissa al darrera ). Ell estava fullejant el darrer expedient quan va alçar la vista i se’m va quedar guaitant sense dir ni piu. Va arquejar les celles i sense poder-ho evitar, va repassar el meu metre vuitanta, engolint-se el meu recollit en una original pinça de cabell, el vestit i les meves cames sota els pantis. Va sospirar profundament i va articular, tot seriós:
-Boniques cames.
-Només, boniques?
-Temptadores...
-I?
-I?
Semblàvem imbècils o era simplement una impressió meva?
-I què més?
-No sé... no te’n refiïs de les paraules d’aquest mentider...
-No ets un mentider...
-Ara ja no ho sóc? I aquest canvi a què treu cap?
-A que t’estimo i a que et crec. La teva versió dels fets va sonar una mica estranya però confio en tu.
Em va seguir mirant una estona sense immutar-se i finalment es va aixecar de la butaca i, bordejant la taula, se’m va posar de front. Em va agafar la barbeta i me la va aixecar una mica. L’esguard li va somriure:
-Ets una nena dolenta, saps?
-Mmsshii...- aquí començava l’intercanvi de cursilades que queda segellat.

Cal dir que aquell vespre em va baixar les calces de nou i que el seu bonic ull va tocar la punta de l’Everest com... quatre o cinc vegades? Increïble!! No hi ha res com fer l’amor amb un tio, quan hi has estat cabrejada... rodó!

En comptes de portar-me unes tisores de carnisser a l’hospital i dedicar-me a tallar membres més que personals, vaig decidir d’explicar-li jo mateixa al Joan, a la llum de les espelmes, que havia comès una petita falta quan estava fora de mi... i molt enfora... No es va emprenyar: em va fer unes palmadetes a la panxa nua i mirant cap a la seva extremitat erecte i tocant-se-la amb delicadesa, va dir:
-I això que era jo el que perdia aquesta joia per les altres... i per quines altres!!- li vaig clavar el dit a les costelles- Au!
-Tu, mantén-te-la ben embutxacada i serem amics moolt de temps...
-Solament amics?
-Bé; amics amb dret al llit.
-Je, je...
I... per a què estan els homes? Doncs per a complaure’ns a nosaltres les dones... entre altres petits detalls que no tenen importància, és clar...

dimarts, 21 de setembre del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 22:

DONCS ARA, DUES PEDRES... I VISCA L'ALCOHOL!!!


No cal ni demanar-se què va ser de mi a partir d’aquell malaurat diàleg.
L’endemà vaig anar a treballar amb uns ulls més inflats que els pits de la Pamela Anderson. Tots a la clínica van detectar que alguna me n’havia passat i el primer en quedar-se’m mirant creient que jo no el veia, fou ell.
Quan estava al vestuari, canviant-me la roba de carrer per la bata i els pantalons blancs que habituo a utilitzar a la recepció, va entrar la SuBsana: l’anomenem així perquè sempre fa cara d’emmalaltida: alguns, sospitem que es pega algunes ratlles de coca, de tant en tant: constantment sembla que estigui refredada i xucla tant pel nas que un dia ens absorbirà a tots. És infermera d’habitació: baixeta i molt poca cosa: prima com un filferro; cabells tenyits de ros cendra i ulls petits, castanys i expeditius.
Em va guaitar de dalt a baix i amb la seva veuerrota que desentona totalment amb la seva aparença vulnerable, va emetre:
-Tia: tu no estàs bé. Què et passa als ulls? Has plorat tota la nit com una magdalena o t’han fotut quatre cops de puny? El Joan et maltracta?... De ser així, ho portes malament, perquè aquí, tots els metges es resguarden les espatlles els uns als altres; com a tot arreu.
-Para el carro, Susi: amb la primera conclusió ja has donat just a la fusta.
-Has plorat tota la nit? I per què, si es pot saber?- s’anava traient la samarreta i a sota hi apareixien uns sostenidors ronyosos que subjectaven dos granets de sorra amb mugró.
-Doncs per motius que no tinc ganes d’expressar en aquests moments.
-Ho has deixat amb l’Espinell, oi?- hi ha gent molt poc subtil. La vaig excusar: quatre cèl.lules nervioses, drogades, no tenen massa capacitat de pesquis.
-Molt bé, Susanna: ets molt aguda.
-L’he vist a ell, ara quan entrava i feia la mateixa cara de mort que la teva.
-Gràcies; jo també t’estimo.
-Tenint en compte que tota la planta sap que esteu junts, no cal ser massa savi per entendre que heu trencat. Has estat tu?
-Mmnno: tots dos.
-Que bé que saps quedar, Xènia. No m’estranya que algunes ties t’envegin, per aquí.
-Ah, sí?
-I tant... N’hi ha unes quantes que es passen el dia deixant-te de volta i mitja.
-I no n’hi ha cap que parli bé de mi?
-Sí; diuen que ets molt mona i que tens sort d’estar amb el Dr. Espinell perquè és un exemplar en vies d’extinció...
-Doncs ja se’l regalo...
-També diuen, però, que ets una nena rica, malcriada.
-Ja... D’això: Susanna: podries dir quelcom per fer-me sentir millor, si no és massa demanar? Estic intentant refer-me d’un cop baix, saps?
-Uix, perdona- la vaig veure de reüll, reflexionar mentre em rentava les mans i a la poca estona, digué- Doncs, mira: si et vols animar, podries sortir aquesta nit amb uns quants compis d’aquí del Sant Novell: anirem de copes. Hem quedat a les deu a la Font de Canaletes.
No era precisament, una zona que acostumés a freqüentar i no és pas que em vingués massa de gust sortir amb aquests rústecs ( perquè si anaven de festa amb ella, per regla general, és que ho serien ) però com que a alguns ja els coneixia sobradament, em vaig sentir atrevida a enfrontar-me amb la bona de Déu.
-Sí... per què no? Hi aniré.
-Molt bé, tia: perfecte! Es sorprendran: diran: “Ei, la pija s’ha afegit al grup!”
-Només aquest vespre...
-Ho passaràs de puta mare!!
-Ummm- silenci per la meva part.
La vaig deixar allà, abaixant-se els pantalons i oferint un panorama desolador de la seva rereguarda coberta per unes calces de mercadillo.

A les deu en punt del vespre, estava enmig de la Rambla, observant la Font de Canaletes i ja de pas, els transeünts que passaven pel meu costat; gent de tota mena, color i forma: moltes d’aquestes persones: principalment joves, semblaven pertànyer a una subcultura de crits i moviments esperpèntics. La veritat és que, poc acostumada com estava a baixar a les decrèpites zones cèntriques i baixes de la ciutat, em sentia una mica atemorida per la varietat descontrolada d’individualitat amorfa. Breu estona després d’arribar, vaig adonar-me que havia comès un gran error a l'acceptar la invitació de la Susanna, de moure’m per aquells barris de mala mort amb la seva tropa.
Em mirava el rellotge: no hi havia ningú; a sobre, una colla d’impuntuals.
Quan estava a punt de girar cua i agafar un taxi per a sortir d’aquell antre ple de cares berrugoses i esgarrifoses i de Bolivians que feien una pantomima interpretant les seves cançons gravades, al marge del carrer i vorejant el suïcidi sota l’espès trànsit de la ciutat a aquelles hores, vaig divisar una silueta que se m’apropava: era un paio, més bé entrat en anys: ja a uns metres, em va semblar espantós; vestit amb una gavardina gris, tota estripada i unes botes de muntanya que flairaven a tres kilòmetres la rodona: se’m va col.locar al davant. Jo, vaig fer la despistada, mirant a banda i banda, com si no hagués caigut en la seva pudent presència. Però ell seguia allà: quiet com una columna i observant-me fixament amb uns ulls que, ben segur, reflexarien la bogeria elevada a la màxima potència. Vaig sentir una veu cascada de cigaló d’anís que va contaminar els meus sentits olfactius:
-Hola- no vaig fer-ne el mínim cas.
-Hola- va tornar a repetir.
-Hola!!!
Aquesta vegada va alçar la veu i a mi em van fer figa les cames. Vaig haver de mirar-lo. Era una barreja entre el geperut de Notre-Dame i l’home elefant. Una butllofa monstruosa i, em va semblar, plena de líquid, bategava a la seva galta dreta i a l’esquerra, hi tenia una excrescència amb dos pèls negres i gruixuts com els bigotis d’un gat. No vaig dir res: només me’l vaig remirar amb menyspreu i vaig tornar a girar el rostre cercant auxili en la gentada que passava sense fer-nos el menor cas, és clar. Pensava en els imbècils del grupet de la Susi i la seva detestable manca de puntualitat... Després, una idea clara i concisa em va assaltar la ment: s’hauria volgut burlar de mi aquella infermereta del quinze que en comptes de mocs, vessava boles sòlides de coca?
Sobtadament, el vell es va obrir la gavardina greixosa i amb el fil de l’ull hi vaig percebre una cosa llargaruda i blanca, que es remenava d’un costat a l’altre, com un espàrrec flonjo i caigut. No vaig ni voler confirmar la meva sospita. De cop, va dir:
-¿Quierej shishica, guapa?- ensenyava un somriure torçat que mostrava unes dents plenes de carrall, trencades i podrides.
Em vaig posar la mà a la boca, reprimint les nàusees i amb to ofès vaig respondre:
-Váyase, cerdo!
El tio se’m va quedar mirant amb un gest de repèl:
-Guarra! Que ere una stresha... toa soi iguale: una recatá y depué el shosho o gotea. Cuqui, má que cuqui!!
Gràcies a Déu, va marxar Rambla avall, dient improperis i fent que tothom es girés al seu pas per fixar-se en mi.

Aterrida de trobar-me en aquells tuguris, sola i més plantada que una ceba, vaig resoldre, definitivament, que me’n tornava a casa i fou quan algú va vociferar el meu nom. Era la Susanna. Fins a cert punt, em vaig sentir alleujada. Però fins a un punt molt petit: almenys, la mossa, no m’havia pres el número.
Anava amb dos nois que ja coneixia de la clínica Sant Novell i vaig relaxar els músculs.
-Ei, hola; sentim el retard!
Mirant la fatxa que feien, no em va costar sentir-me plenament desplaçada. Automàticament vaig determinar que la Laia hauria d’haver estat en el meu lloc: s’hi hagués emmotllat de pressa... I això que jo havia parat compte de vestir-me amb les meves pitjors indumentàries; pantalons texans, esportives, un jersei de coll alt i el jaquetó negre més gastat que tenia. En va: ells anaven fets uns andròmines...
Els vaig saludar amb un somrís insuls.
-Vinga, som-hi, que ens esperen al Cafè de l’Òpera.
De baixada, vam estar intercanviant, bàsicament estupideses inconsistents sobre la clínica, la nostra feina i bla, bla, bla... em vaig sorprendre mig endormiscada mentre caminava i sentint, que no escoltant, la taladrada que un dels nois m’estava regalant a propòsit de les seves dots frustrades com a cap de plantilla d’infermers del departament de ginecologia: només en vaig treure que tothom se’l prenia pel pito del sereno i no pas perquè ell ho digués, sinó perquè era un fet revalidat, que ningú no seguia les seves instruccions... solsament cal veure’l en acció per entendre que els seus mots tenen el mateix ressò que el silenci. Amb la cara de babau que fa, no m’estranya. Recordo que una vegada, li va fotre una bronca a un company seu, no sé ben bé el per què: quatre crits i l’altre mirant-se’l sense dir ni mu però amb indiferència... i quan es va girar, tot enfurismat i amb el posat d’un gran infermer al poder, l’altre, va començar a fer-li botifarra i a treure-li la llengua a les seves esquenes alhora que ell em feia un cop d’ull amb una arrogància que vaig trobar depriment. Vaig riure bastant amb les parides del xicot que havia rebut la reprimenda però el cert és que em vaig adonar de que a alguns adults, els manca madurar... i de que la planta en la que treballo, tot sovint, més que un departament de ginecologia, sembla un centre d’acollida per a discapacitats psíquics.

La tensió de trencar amb el Joan, m’havia extenuat. El tenia al cap tota l’estona, encara que feia els possibles per oblidar-me’n del seu rostre perfecte i dels seus ullassos intimidadors. Quan també apareixia la doctoreta al seu costat, dintre del meu cervell, m’entraven ganes de plorar, donant per fet que aquella nit haurien quedat per a sopar i fer unes postres molt especials al magnífic loft d’ell... o, posats, a l’excel.lent mansió d’ella... Em preguntava si devia pensar en mi... o estava massa aclaparat observant el cos eròtic de la Tae, mentre ella li posava a la boca, amb una mà, una maduixa ben vermella, plena de nata muntada i agafant amb l'altra, la seva tranca amb suavitat tal com si fos el timó que l’hagués d’encaminar fins al paradís... quina merda!

Donat que un cop arribats al cafè em vaig adonar que l’ambient no estava tan malament com jo havia previst, em vaig animar una mica i vaig encetar conversa amb algunes de les persones que ja tenia vistes de la feina. Eren divertides i tot... No podia queixar-me perquè m’afalagaven tota l’estona i això m’encantava. Un dels nois que s’havia assegut al meu costat i que tindria si fa no fa, la meva mateixa edat, el Tomàs; força guapo, sigui dit de pas, no em treia la vista de sobre. Va ser en un altre local de la Plaça Reial on, entre el terrabastall i les cervesetes i cubates que portàvem a sobre, va aprofitar l’avinentesa per apropar-se a mi i iniciar un diàleg distès i agradable. Em va saber greu no recordar la seva cara de la Sant Novell: hi ha tant de personal i jo estic tan sumida en les meves coses i carregada de treball que, per regla general, no seria capaç ni de memoritzar la meva pròpia fesomia reflectida al mirall.
La seva primera pregunta, com no, va ser d’intuir:
-Ja no surts amb el doctor Espinell, oi?
-No- dues lletres juntetes que pronunciades amb contundència, causen respecte.
-Ah...- pobre; em va fer llàstima haver-lo deixat tan tallat.
-Veuràs: és que no tinc ganes de parlar del tema. Vull ometre’l en la mesura del possible.
-Entenc- va somriure d’una manera tan sincera que em va omplir de certa pau.
Copa rere copa, ens vam anar aïllant cada vegada més de la resta del grup: a cada hora que passava, em sentia més desinhibida i també més marejada i la companyia del Tomàs em feia estar molt a gust. No vaig parlar dels meus drames ni vaig vessar una llàgrima. Vam riure molt i sense saber com ni d’on va sortir, en un moment donat de la vetllada, em va fer un petó i jo li vaig seguir el joc perquè en tenia ganes i perquè volia tornar-li la pilota al totxo del Joan, encara que no fos present de cos i ànima: el seu cos, ja se’n guardaria ell prou de tenir-lo distret i la seva ànima, probablement a aquelles hores, ja estava més carbonitzada que un dels filets de les barbacoes del meu pare.
Estava contentíssima i després dels tres o quatre intercanvis de petons, ens vam unir de nou a la colla. Vam canviar dues vegades més de bareto, recorreguent tot el Barri Antic: jo, més trompa que viva, recolzant-me en els altres i cridant incongruències que tots compartien amb desimboltura i sense pescar ni una paraula de les futeses que deia, perquè anaven tan cecs com una servidora.
A la darrera taverna irlandesa en la que vam aposentar el cul, vaig desaparèixer en combat. Érem asseguts en una taula gran, aïllada de la resta; envoltats d’una nuvolada pròpia d’un fumador d’opi, tan concentrada que es podia tallar amb ganivet. Jo tenia entre les mans, una pinta de cervesa negra amb un rajolí de grosella que a aquelles alçades ja no feia gust de res perquè el meu paladar havia mort i a sobre, havia accedit a fumar-me un “peta” que m’havia pujat directament a l’àtic. Sincerament; sé que xerrava pels descosits i que tots m’escoltaven amb atenció hipnòtica, més per l’efecte dels porros que no pas per la magnitud transcendental de les meves paraules inconnexes. En un moment donat, algú, no en tinc ni punyetera idea de qui collons va ser, va dir amb una efusivitat peculiar dels embriagats per norma, que era increïble que una tia de la meva condició fos tan enrotllada i estigués allà amb ells fent-la petar. Tot i que els meus pensaments eren tan tèrbols com les aigües d’una claveguera, recordo que em vaig quedar seriosa i pensativa, rodolant-me el cap perillosament i, sense solta ni volta, vaig murmurar, creant un ambient de misteri confidencial i sota la mirada expectant dels dotze penjats que tenia al davant, rodejant la taula:
-No sé quina és la meva condició, però una cosa que sí tinc clara en aquests precisos moments...- tots esperaven amb fruïció empallegosa, els meus mots essencials- és que... en breu... cauré del tamboret...
Una foscor irreversible, va envair els meus ulls i vaig perdre tota noció.

Quan vaig reaccionar de nou, serien les deu del matí. Tenia un mal de cap tal, que semblava que me’l punxessin amb una agulla de cosir. A l’intentar posar-me en peu, tota imatge va perdre la seva forma autèntica i vaig caure sobre el llit en el que havia estat ajaguda, suposo, part de la matinada.
Em vaig preguntar on cony estava, mirant amb reguard al meu voltant. Més enllà del camastre desconegut que m’havia arropat durant unes hores, hi havia una còmoda amb un espill penjat a la paret on hi havia enganxada una noteta escrita en un pòsit. Vaig agafar forces i intentant de no perdre l’equilibri altra vegada, m’hi vaig apropar. Estava a casa de la Susanna. Amb una lletra matussera hi deia que no m’havia volgut despertar perquè havia arribat a casa seva feta una porqueria; vomitant al primer taxi, que ens havia deixat tirades a mig camí i delirant en el segon. Que patia pel cop que m’havia donat en caure del tamboret alt de la darrera taverna en la que havíem estat i, finalment, que m’havia deixat cafè a la cuina i roba neta - era un dir- ( que amb prou pena m’hi cabria, és clar, perquè ella era un tap de bassa ).
Feia tard!!!
En moure’m per anar a fer-me una dutxa, no sense haver emplenat abans el meu organisme de cafeïna, vaig notar una estrebada a la cama dreta: em vaig baixar el texà que pudia als quatre elements més asquerosos de la antinatura: tabac, alcohol, greix i colònia fermentada amb suor i hi vaig veure un blau tan gran com la lluna plena.
Em vaig avergonyir de la meva actitud durant aquella nit. No era pas la primera vegada que feia el burro, naturalment; però quan el faig, acostumo a estar entre vertaders amics... o això crec jo, vaja. No em va fer el pes que tota aquella tropa de descordats, hagués trencat la seva visió enaltida de la bonica recepcionista com a conseqüència d’una nit de transgressió regada en alcohol, maria i, tristament, finalitzada en una triomfal caiguda.

A les onze, sortia corrents al carrer, comprimida en una faldilla talla 12 i prenia un taxi per anar cap a la clínica: tenia en ment al Joan qui, segurament estava emprenyat perquè arribava amb retard: amb massa, retard.

Quan vaig arribar al meu lloc de treball, hi regnava un desgavell tremend. Es veu que totes les dones del món s’havien posat d’acord per donar a llum. Els metges anaven bojos ara cap aquí, ara cap allà; les infermeres feien encàrrecs, perdent les planxes al seu pas i els camillers cridaven: “Està a punt!” arrossegant senyores que s’agafaven les panxes engrossides com si temessin que el seus fills sortissin projectats.
Aquell aldarull era quotidià però just aquell matí, quasi a tocar del migdia, se’m feia costa amunt. Com a positiu, en vaig treure que el doctor Espinell potser no havia ni percebut la meva absència, tot i que com a cap de ginecologia, era la seva obligació tenir l’ordre sota control. I, evidentment, així era. Va sortir del quiròfan amb el barret encara posat al cap i la mascareta sota la barbeta i es va acostar al mostrador amb cara de pocs amics. Li sortia foc pels queixals, per les orelles i pels ulls:
-Es pot saber on redéu t’havies fotut? El telèfon no ha parat de sonar en tot el matí. Prou feina tenim tots com per, a sobre, cobrir la teva!! T’he trucat al mòbil cent vegades i no has respost a cap d’elles!
-Ho sento... és que em vaig deixar el telèfon a casa. I aquest matí no em trobava massa bé- em va observar, sospesant.
-No has dormit a casa?- un aire d’incertesa li tintava el rostre. Sospitava? Es començava a sentir engelosit?
-No- me’l vaig mirar, desafiadora.
-La propera vegada que hagis d’arribar tard, avisa amb temps!- va dir després d’uns segons de meditació i se’n va anar veloçment sense esperar contesta i tot i que estava feta una deixalla humana sense possibilitats de reciclatge, em vaig dir: hurra!

Per sort, de la gent amb la que havia sortit el dia abans, no em vaig topar més que amb la Susanna a la que vaig haver d’agrair per força les seves atencions i em vaig comprometre a tornar-li el favor. Pensant en el Tomàs, em vaig sentir culpable i dolenta. Pensant de nou en el Joan... no vaig voler pensar... La meva estimada companya em va donar detalls amb ets i uts del que havia esdevingut aquella mena de sortida de redempció amb el meu JO:
-Tia, tens una retòrica que ni el meu xicot argentí!
-Ah, sí?
-Et diré... tan calladeta com se’t veu aquí... tant... no sé.... SOBRIA.... ja, ja, ja!!...- vaig correspondre a la seva gracieta amb un ja, ja, fastiguejat.
-No cal que te’n fotis de mi amb tanta crueltat. No estava en un dels meus millors moments. Sento si us vaig causar alguna molèstia.
-I ara, dona! Al contrari: ens vam divertir molt... Per cert, a qui has deixat amb l’ai al cor és al Tomàs, nena: que sospirava per tu: se’t volia emportar a casa seva quan et vas desmaiar.
-Hòstia puta, quin número...- vaig dir més per a mi que per a ella, en veu baixa.
-Això no va ser res en comparació a quan et vas treure la part de dalt al pub i et vas fotre a ballar en sostenidors enmig de la pista mentre aquell capullo que corria per allà, et grapejava els pits des del darrera...
-Això vaig fer?!- estava tan beguda que em creia capaç d’haver comès qualsevol barbaritat i no recordar-me’n.
-Ja, ja, ja!!! Pobreta Xènia... que no, tranquil.la... que no! És broma!!
-Susanna... saps que les teves dentetes de ratolí, perillen, oi?

Les escasses tres hores que distaven fins a les tres de la tarda, em van passar lentes i parsimonioses, en canvi el Joan em passava pel davant, ràpid i repetidament i no em treia la vista de sobre. Què absurd, estar pendent de les miradetes a les nostres edats. Per a mi, mil paraules valen més que una mirada, la veritat.
A l’hora de plegar, em va semblar que es volia aproximar a mi per a dir-me quelcom però una companya de feina el va aturar per a fer-li un comentari i vaig marxar, perseguida pels seus ulls que no podia evitar que em trasbalsessin. Fora d’això, no vaig rebre cap telefonada i em vaig sumir en una profunda depre, acompanyada de patates fregides i una hamburguesa americana per a dinar. A les nenes tontes de papà, sovint ens succeeixen aquestes coses quan ens sabem menyspreades, abandonades... i BANYUDES, per segona vegada consecutiva!!... Però... de debò creia que ell era capaç d’una cosa així? Havia enraonat amb tanta contundència en el seu dia sobre el seu rebuig cap a la doctora Magsalin... i l’havia vist tant convençut que mai no tornaria a caure en el seu sortilegi...
El quid de la qüestió era que, tant si la resposta esdevenia afirmativa com negativa, jo sí que havia fet el ridícul d’una manera espatarrant i d’altra banda, m’havia enrotllat amb el Tomàs que, segons la Sub., delejava pel meu nom donant voltes per l’hospital com un zombi a la recerca d’un cervell del que alimentar-se: i això, el Joan, MAI no ho hauria de saber: sota cap concepte i si calia, tallaria els ous o extirparia els ovaris que fossin necessaris per tal de tancar algunes boquetes... algunes quantes: AARG!!

dissabte, 4 de setembre del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 21:

A PA I AIGUA...


A l’hora de dinar, vaig sortir sola perquè segons ell, tenia massa feina i no podia perdre temps. Ni una trucada no vaig rebre i per la tarda, només em va dirigir quatre mots relacionats amb treball i més secs que el musclo de la Reina d’Anglaterra.
Era la primera vegada en els mesos que portàvem com a parella, que el veia tan enfurismat o, si més no, tan indiferent. Em sentia rara... i, de fet, no sabia com encarar-m’hi de nou perquè tenia cert temor.
Aquell mateix vespre, el vaig trucar, poc després d’arribar a casa. Ell encara anava de camí a la seva:
-Diga’m- renoi; ja no era temps de sequera, els pantans estaven a vessar.
-Joan, ho sento. Perdona’m...
-Està bé- ho va dir en un to dur que no em va convèncer.
-No: no està bé: ho noto en el teu to de veu... Em sap greu, de debò... no volia ofendre’t. És que aquesta senyora i la seva repel.lència m’han atordit.
-Em sembla que estàs una mica obsessionada amb la idea que la Magsalin et té mania o quelcom semblant- em va ferir la manera com ho va expressar i també el que deia.
-Penses que estic desvariejant? És això?
-Una micona, sí, Xènia... li tens una animositat infundada.
-Infundada? Per les calces de la meva àvia, Joan!!: si les dues vegades que ens hem vist no ha fet altra cosa que mirar de buscar-me les pessigolles...
-I pel que veig, te les ha trobat. Si tal i com dius, és això el que ella cerca, l’estàs afavorint amb la teva conducta sobrepassada.
M’estava acusant a mi d’exagerada?! No se’m van caure els pits a terra perquè els tinc petits i lleugers:
-Vols dir que sóc jo la culpable, doncs?
-La culpable de què? Aquí no hi ha ni culpables ni víctimes. Només persones que tenen ganes de complicar-se l’existència, d’acord? Et deixo perquè no m’agrada agafar el mòbil mentre condueixo. Ja et trucaré demà quan arribi a Madrid, ok?
-Sí...- estava profundament entristida i ben segur que ell ho va notar- Bon viatge, bona estada i bon discurs. Cuida’t.
-Gràcies: tu també- un clic.

Com algú que em conegui pot imaginar, em vaig passar hores i hores amb el cap botit de vagues pensaments i deliris de desamor. Quasi no vaig aclucar ull i quan ho vaig fer, tot de malsons van assaltar-me fent-me despertar a tardanes hores de la matinada, amb un esglai i el nom d’ell als llavis. En un d’aquests mals somnis, hi veia a la Doctora Tae en el jardí d’una caseta blanca, com el vestit que ella mateixa portava, tancada per un jardí superb del que hi recollia unes roses grogues grandioses. M’hi apropava des de l’altra banda de la tanca i ella alçava la mirada i em somreia de la mateixa manera maliciosa com ho havia fet a la clínica. Hi havia una mena de boirina lletosa entre nosaltres; com si l’acció tingués lloc, unes quantes dècades anteriors.
Intentava correspondre al seu gest amb generositat quan tot d’una, veia aparèixer al Joan pel porxo de la vivenda. Em guaitava de lluny i em saludava amb la mà. Alhora, tres nens mestissos i guapíssims d’entre dos i cinc anys, treien el nas al darrera de les seves cames: eren els seus fills!! Sentia que em bategava el cor a cent cinquanta pulsacions i començava a suar com una porca tot i ser-ne conscient de l’agradable temperatura d’aquell lloc.
Quasi en un esgarip, li preguntava a ella:
-Què hi fa el doctor Espinell aquí? És el meu nuvi!!
-No, bonica; “ho era”.
-Com pots ser tan.... tan...
-Ai, Xènia, relaxa’t, dona: no tartamudegis... sembles idiota...
S’allunyava àgilment, quasi com si portés ales als turmells, deixant caure les roses al seu pas i s’apropava al Joan que la prenia per la cintura i feia com si ja no em veiés. Ella es treia el vestit i es quedava en pilotes mentre ell l’acariciava de dalt a baix, embruixat per les corbes morenes del seu cos perfecte. Els nens corretejaven pel jardí, assenyalant-me amb el dit, entre rialles i exclamant el més gran d’ells:
-Aquesta senyora té cara d’escarola!!
Al seu darrera, la seva mare i el meu enamorat, que era el seu pare, estaven cardant sobre els graons de l’entrada...
Vaig despertar amb els ulls humits i espantada: em sentia immobilitzada i per uns moments vaig tenir la sensació que m’havien posat una camisa de força. A l’entrar en raó totalment, em vaig adonar que tenia tota la flassada lligada al meu cos, momificant-me. Un filet de veu, somort, em va sortir enmig de la fosca, encara embalsamada jo, entre els llençols:
-Joaan?

Tal i com preveia, no em va telefonar el dimecres al matí. Ni per la tarda: de manera que a tocar de les vuit del vespre, estava tan desesperada que quasi m’havia menjat totes les ungles de les mans i les del peu esquerre. Em vaig deixar d’hòsties i tota decidida vaig marcar el seu número. Dos trucs, tres, quatre i.... :
-Mani’m!- una veu femenina??? La veu que m’ensumava???
-Hola? Qui és? Que hi és el Joan?
-Sóc la Doctora Tae: en aquests moments el Doctor Espinell no es pot posar: s’està dutxant. Amb qui parlo, si us plau?
Vaig penjar sense respondre. La meva respiració era tan agitada com si hagués corregut la Marató i em manqués l’alè. Parlava en veu alta i no em sortien les paraules: com a una vella asmàtica:
-La... doctora... Tae... No pot ser.... ella... estic... delirant...
Amb les mans ballant la samba, vaig telefonar a la Montse:
-Altra vegada la mateixa història, Montsina!!!- ara era jo la que tornava a plorar tant que ni tant sols m’entenia a mi mateixa. Em ploraven inclús els conceptes.
-Què ha passat, Xeni?
-Ella... la doctora defecació!!
-La doctora defecació?... Ah! La doctora Magsalin!!
-Sí... aquesta esquelètica amb cuixes de pardal!!... Me l’ha pres, Montse: me l’ha pres amb tota la descaradura!!
-Calma’t, carinyo; segur que ha estat un error.
-No: no hi ha cap error. El Joan va marxar enfadat: ben segur que es va permetre el luxe d’ofendre’s, perquè no en volia res de mi... ja tenia en ment la pitrera d’aquesta barbi inflable!!
-Au, Xènia... no hi haurà per tant. Vinga, explica’m què ha succeït...
Sanglotant més que no pas parlant decentment, vaig contar-li el que tot just m’acabava de passar. Va callar uns segons que se’m van fer eterns...
-Mira... la ciència sempre troba una raó adient per a tot: no traiem les coses de context, val? Espera’t a xerrar amb ell...
-La única raó adient que la mare ciència pot donar en aquest cas, n’és una de molt coherent: el Joan està copulant amb la seva col.lega!
-Ella no ha dit que estiguessin cardant: ha dit que ell s’estava dutxant...
-I ben segur que estava a punt d’entrar a la dutxa per acompanyar-lo, tapada amb una mini tovallola i lluint unes cames imponents!!
-Tot t’ho dius soleta, bufona... Assossega’t, d’acord? Ja veuràs com hi ha una resposta raonable...
Més que tranquil.litzar-me jo, la vaig posar dels nervis a ella i quan vaig penjar, em vaig penedir de la meva actitud, tenint en compte el seu estat de bona esperança.

Una hora i quatre ungles devorades del peu dret, després, va sonar el meu mòbil. Em vaig acostar a la taula del menjador amb un sigil propi del qui espera trobar-se un lladre al darrera de les cortines i vaig mirar la pantalleta: “Joan”, hi marcava. Mentre sonava, vaig deliberar si devia agafar-lo o no; estava espantada i se m’estremien inclús les natges. Vaig deixar que es fes escoltar fins que va saltar el contestador i de seguida vaig comprovar si m’hi havia deixat missatge: efectivament:
-Hola, Xènia, vida. Escolta: no és el que tu penses encara que sembli sospitós. Fes-me un truc quan puguis, per favor. T’estimo.
Amb aquest encàrrec, em vaig tornar a sentir la part forta, malgrat que la incertitud, la ràbia i l’enveja furibunda em debilitaven bastant. Em vaig empassar les ganes de contestar a la seva telefonada.
Van ser quatre més les trucades que vaig rebre d’ell fins a les dotze de la nit. Durant la darrera, em va tornar a deixar un altre dictat: aquesta vegada em va semblar una mica crispat:
-Va, Xeni; no siguis nena... si dialoguem, t’ho podré justificar... Un petó.
Me’n vaig anar a dormir amb l’esperança que tornés a telefonar de nou perquè aquesta vegada tenia la intenció de conversar-hi: però ja no hi va haver més trucades.

L’endemà, durant el dia, tampoc no en vaig saber res però jo ja anava sobre segur perquè sabia amb encert, que ell no havia dormit: hagués o no comès pecat. I encara que em sentia bé a estones, n’hi havia d’altres en les que imaginava a la doctoreta en la postura del gosset passant-s’ho d’allò més bé i aquesta foto em partia els intents de ser optimista.
Va ser per la tarda, bora les set, quan em moria d’ensopiment al sofà, perquè tenia indicacions de no anar a la consulta privada, escalfant-me el cap, havent refusat sopar amb la colla, que va tornar a sonar el mòbil:
-Sí?- veu insubstancial.
-Com que “sí”?... Per què no em vas tornar la trucada?- estava una mica encès.
-Perquè no vaig voler.
-Ah: franca resposta.
-És que jo sempre sóc sincera... no com alguns...
-No vull discutir...- va estovar la veu- Xènia; ja sé que quan em vas trucar va respondre la Magsalin...
-Sí... i es va encarregar prou de dir-me que t’estaves dutxant. Es veu que la vostra amistat, que no relació sentimental, us concedeix la llibertat d’estar un a l’habitació de l’altre tranquil.lament i d’agafar-vos el telèfon i respondre a les trucades, per personals que aquestes siguin... O és que potser estava a punt de ficar-se amb tu al bany?
-No, no... va ser un malentès.
-Ah, és clar! Sóc jo altra vegada que malpenso i que ho tergiverso tot.
-Entenc que et sentissis incòmode, reina.
-Incòmode... em vaig sentir traïda! I me’n segueixo sentint; et queda clar??
-Escolta: estàvem a la sala de convencions de l’hotel i quan va finalitzar la darrera conferència, vaig pujar a l’habitació per arreglar-me una mica abans de sopar. Es veu que em va caure el mòbil de la butxaca i va quedar sobre la cadira: la Magsalin el va veure i me’l va portar a la cambra.-amb intencions mesquines, segur: vaig afegir per a mi- Com que estava dintre de la dutxa, no vaig sentir que picava a la porta i se’l va emportar. Quan tu vas trucar, ella estava SOLA a la seva habitació... Me’l va donar al baixar al menjador i em va dir que havia rebut una trucada teva... això és tot; creu-me!
-I una merda! Després d’haver passat de mi en arribar a Madrid el dimecres, encara em vols fer quedar com una sòmines que s’ho treu tot de la butxaca. Doncs, no: no et crec!!
-Estava enfadat, Xeni... no pots anar per la vida sospitant que m’ho faig amb la primera que em surt pel camí...
-No; si aquesta no era la primera...
-Quin concepte tens de mi? Et recordo que no he estat jo el que li va fotre les banyes a una “ex”- quasi em poso a riure: tant de bo!
-M’és igual, Joan! La doctora Tae et busca amb desesperació i no puc digerir en absolut la teva versió adulterada del fets; és massa rebuscada.
-Tu mateixa, noia...- de cop i volta, el vaig notar decebut i decaigut- Mira: t’anava a proposar que passéssim la nit junts però potser el millor serà que ens donem un temps; no m’agrada la desconfiança. Embruta una relació i veig que tu no estàs disposada a tenir fe en mi. Ens veurem demà a la clínica. Un petó.
-Molt bé. Petons...
De nou, el “clic” amb el que m’havia penjat el dimarts al vespre quan anava circulant.
Em vaig quedar “in out” uns segons... després vaig reaccionar: el Joan, m’havia deixat.

divendres, 30 de juliol del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 20:

HAGUÉS ESTAT BONIC, DE NO SER PER LA DOCTORA "EXCREMENT"


Per què quan millor estàs amb la teva parella, tot s’ha d’estroncar? I per què toootes les sorpreses se’m presenten a la feina?
Ja n’estic escarmentada de petits- grans- petits homes que em foten el saltiró i em deixen a dos quarts de set, recoi! No esperava que el Joan fos el segon de la llista. Amb el Xavi ja en vaig tenir més que suficient per agafar un empatx i pensava que ell; un tio madur i mitjanament estable emocionalment; equilibrat i judiciós, no perdria els papers per un antic amor: que seria diferent.
El més fastigós de tot és que en el fons de la meva ment atrotinada, ha anat niant la idea que tard o d’hora, succeiria quelcom així.
Qui ha estat el plat precuinat que ha tret la gana d’una bona cuina casolana com jo a un home que està com un formatge, com el Dr. Espinell? La doctora Magsalin Tae: doctora cagarada, per servir-los! És clar: havia de témer que doctor i doctora, quallen millor que doctor i recepcionista...
Des del vespre del sopar d’estiu, quan vam trencar les relacions purament professionals el Joan i jo, i quan em va parlar d’ella, estirats al llit, vaig ensumar-me, pel seu esguard perdut, que encara hi quedaven restes d’una atracció fatal. Amb motiu, el meu recel.
En aquesta existència, les persones, que esdevenim els actors d’una coproducció a tot color, partícips d’ella vàries nacionalitats; catalana, filipina, anglesa, etc... mai apareixem solament una vegada, no: ens paguen per ser els protagonistes o inclús, els personatges secundaris: aquells que no deixen de tocar el crostó durant tot el film... i la Magsalin n’és un d’aquests: ella és una mercenària d’amors amb possibilitats i com que la seva vida es veu que deu ser molt avorrida, no ha trobat altra distracció que rondar al meu doctor com un d’aquells moscardons de vidre que et vénen ganes d’esclafar amb una revista del cor.

La idea és la següent: estava jo, tan tranquil.lament instal.lada a la meva butaca de secretària a la clínica, un dimarts a les deu del matí, quan va aparèixer per la porta de l’ascensor de la nostra planta, la “senyora”. Estava esplèndida; igual que el vespre del festeig. Unes cames delineadíssimes i, segurament, causa de no poques enveges, es subjectaven sobre unes sabates negres amb la punta oberta que mostraven uns dits d’ungles a la pedicura francesa i tenyides d’un crema discret. La modelava un vestit tan ajustat que semblava que els pits li anessin a sortir botant i uns malucs, com un toc de gràcia de bon escultor, es remenaven d’un costat a l’altre amb un atractiu que feia tremolar... En aquells moments, acabava de penjar el telèfon i les mans em van iniciar un rictus de trepidació tipus Parkinson i una fredor instantània va fer-ne glaçons dels meus pensaments.
Un puny se’m va clavar al bell mig de l’estómac i vaig estar a punt de vomitar el croissant que encara no havia esmorzat.
La doctora, al apropar-se’m, va somriure tan maliciosament que només faltava que li brillés un ullal. Duia el cabell negre, recollit en una mena de monyo del que no hi queia ni un pèl. Pura manifestació subconscient del que era aquella dona: una estirada.
Em va fitar amb curiositat i va dir, amb veu acaramel.lada:
-Bon dia. Hi és, oi, el Joan?- si en seria de mal parida... pronunciava el seu nom de pila directament per insinuar-me de nou, la seva gran familiaritat amb ell que, ja devia imaginar que jo sabia, es barrejava amb antics llençols de seda de colors pastís.
-Sí, naturalment. En aquests moments deu estar a la sala de metges perquè a aquestes hores no té cap part, a no ser que li esdevingui algun d’urgències, és clar. Vol que li faci un truc, doctora Tae?
Va arquejar les seves celles més depilades que les meves i es va mossegar amb delicadesa, el llavi inferior ( “ja te’l pots perforar, si vols...”, em vaig dir: són aquells comentaris interiors que una té amb si mateixa en casos extrems ).
-Dispensi, però... ens coneixem?- ara em sortia amb aquestes? Vaig mig somriure amb paciència.
-Oh, i tant! Del sopar d’estiu. Recorda? Érem assegudes a la mateixa taula. La meva parella era el Doctor Espinell- se’m va tornar la veu més aguda: més pàmfila: més, de tu a tu.
-Caram; és ben cert! Tu ets...- va fer un repàs ràpid al meu voltant i va posar una cara compassiva- la secretària... perdona, no et recordava...- li havia de fotre un parell d’hòsties o calia una simple mirada criminal?
M’he trobat amb moltes gates maules i jo no sóc dona de pocs recursos malgrat els petits imprevistos o males jugades que alguns m’hagin pogut gastar. Si hi ha alguna cosa que una noia del meu estatus social aprèn ben aviat, és a defensar-se i a protegir-se dels perills que suposa ser dona de bona vida. En el meu món, hi ha molta competitivitat i una ha d’estar preparada per a qualsevol desaprensiva que se li aparegui amb armes femenines a punt de descarregar. I acostumen a ser fèmines de la seva mateixa raça.
Fins ara, les he superat a totes ( inclús a l’Elena! ) però la doctora “cacona” tenia pinta de ser un os dur de pelar. L’havia desbancat una vegada però... i aquesta segona?? Sabia que la tia, jugava fort i es passava per la clínica per a demostrar-ho.
Després d’analitzar les seves paraules agusades, vaig decidir de ser amable i no correspondre a la seva intencionada mal amagada hostilitat:
-Sí; efectivament... sóc la recepcionista- vaig obrir els braços en un gest fi, assenyalant la meva posició i el meu entorn- no ho puc amagar, oi?- un somriure babau em va relliscar.
-Molt em temo que no, bonica- les seves dents petites però arreglades, van tornar a mostrar aquell ullal de dona llop- En fi; no et molestis...- em va interrogar amb la mirada...
-Xènia!
-Sí; Xènia... No necessito previ avís per visitar al doctor. Ens coneixem massa bé- alguna cosa em va foradar els budells i em vaig tocar la panxa per si me’ls havia de subjectar- Gràcies.
No em va donar temps ni de respondre-li un sec “de res” perquè la tia ja havia enfilat passadís enllà amb el moviment del seu cul estret, quasi colpejant les parets.
Vaig passar totalment del que m’havia dit i vaig telefonar a la sala de metges. Va respondre la Maite i li vaig demanar que em passés al Joan:
-Què hi ha?
-T’informo que la teva vella amiga, la doctora Magsalin, s’apropa a la sala en la teva recerca.
-...
-Joan??
-Què? Ah... d’acord.
-Què passa?
-Res; estava pensant en la convenció de demà a Madrid.
-Per què?
-Per res en especial: és que ella també hi ha de venir.
-La Tae?
-Sí...
-I no m’ho havies dit fins ara?
-Bé: no hi havia pensat. És normal, Xeni: tots dos som ginecòlegs. Hi aniran més especialistes.
Vaig respirar profundament:
-Sabies que ella et vindria a fer una visita avui?
-Sí; alguna cosa em va dir...
-Com ? Que t’ho va dir? Des de quan parles amb ella, eh?
-Mai hi parlo; el divendres passat em va trucar per concretar quatre coses de temàtica professional respecte a les conferències que haurem d’impartir.
-Ah, sí? Què havia de concretar amb vostè, doctor Espinell? Com haurà de entaforar-li el dit al cony aquests dies d’hotel sense la meva presència? Ara entenc per què no em vas instar a acompanyar-te...
-No t’empipis, dona: després parlem. Et deixo que acaba d’entrar i els altres estan tafanejant.
-Molt bé!!!
Vaig penjar enfurismada. Segur que de reflectir-me al mirall en aquells precisos instants, hagués vist la meva pentinada melena, electrificada com la d’un punk de Rockabilly dels anys 70.

No van trigar gaire estona a sortir tots dos de la sala. S’apropaven a mi pel corredor, a passes lentes i xerrant entre ells amb una confidencialitat que em va ultratjar. Per uns instants, em va semblar que ella, li passava la mà per sota el braç i d’haver pogut se l’hagués amputat sense cap mirament i tant salvatgement com a la “Matança de Texas” però a la Clínica de Sant Novell. M’era igual aparèixer en “El Caso”.
Ella em va observar, amb un toc de mofa, quan estaven a uns dos metres del meu mostrador mentre el Joan parlava del seu important viatge a la Gran Capital.
Un cop petrificats al meu davant, la Magsalin va pronunciar amb la seva veu serena i malèfica per a deixar-me clares algunes cosetes:
-Bé, Joan, carinyo: així doncs, demà al matí em passes a recollir per casa cap allà les sis.
-Em, sí, sí...- el doctor Espinell amb cara de gos apallissat. Estava clar que s’ensumava un retorn mooolt espès al meu costat.
-En fi, Xènia: cuida’t, estimada... i mou una mica les cames que passar tot el dia asseguda al darrera del taulell no condiciona la bona circulació. Nosaltres els facultatius, veus, no parem quiets: més bé tot el contrari; cerquem de rescatar, ni que sigui un minut per tal de poder descansar les posaderes, oi Joan?- aaarrrgggg!!!... que algú me la tragués del davant, per favorr, abans que em penedís dels meus actes... No obstant, vaig fer-ne usança de les meves bones formes.
-Ui, no; no pateixi, doctora Tae: no tinc problemes de circulació i crec que les meves cames estan en plena forma. De fet, el doctor Espinell no en té cap queixa; no és cert, amor?- a la Magsalin li va canviar l’alegre i burleta expressió del rostre, tenyint-se d’una ombra sinistre i inquietant, tot i que no va esborrar el seu sol.lícit somrís de dona hipòcrita. El Joan, tampoc no havia abandonat el seu somriure que semblava enganxat a la seva faç amb loctite.
-Eje, eje... – què podia esperar, sinó aquell riure tan estúpid del mascle acollonit al davant de la confrontació entre dues femelles que es rifen el trofeu? Està clar que tots els éssers humans amb penjoll carnós, tenen un pèsol per cervell.
-Oh... i és clar... Per descomptat, ets una noia de bon veure i visiblement, sana. En fi... que passis bona jornada i, espero, ens veurem aviat- “en el teu enterrament”, va parlar la meva veu de la consciència: és molt intrusiva.
-Sense dubte.
Es van encaminar cap a l’ascensor i allà es van acomiadar amb els dos petons de rigor. Al tancar-se les portes de l’elevador, vaig captar la mirada enigmàtica de la filipina. Els seus ulls parlaven sense mots: “Tingues per segur que aquests dies cuidaré molt bé del teu xicot...” i una escletxa cada vegada més petita em va fer perdre-la de vista.
Quan vaig mirar endavant, el Joan estava allà, observant-me amb mutisme:
-Denigrant- vaig dir.
-Per què?
-No em facis parlar.
-Ara en podem parlar, si vols; estic lliure.
-Però jo no!- vaig mirar cap a baix i em vaig posar a teclejar l’ordinador.
-Ah, no? Tens molta feina?
-Tu també te’n fotràs de mi com la teva amiga?
-No ric de tu. Què et passa? Per què sempre estàs emprenyada? Pensava que erets una tia més oberta.
-Sóc oberta: però només obro la part de mi que m’interessa i no accepto ofertes de “sigues una imbècil”.
-No ets imbècil.
-I per què em tractes com a tal?
-Jo no et tracto com a tal.
-Fins ara, no has fet més que enganyar-me... si això no és tenir-me per una absoluta ximpleta, serà que estic senil.
-Altra vegada tornes al mateix?... Només et vaig amagar que era pare. No t’he mentit en cap moment.
-Sí que m’has enganyat, doctor Espinell Vic: des de que estem junts m’has volgut fer creure que aquest intent de dona, no et movia sentiments i ara veig que el tenir-la al davant, quasi em suposa haver-te d’eixugar les secrecions amb un tovalló!!
-No diguis bestieses, Xènia, si et plau!
-Com, que bestieses? Perdona’m, xato, però tinc prou experiència amb els tios com per saber distingir a la perfecció quan un encara perd els calçotets al davant d’un encant.
-Ja veig que tens una llarga i profunda vivència viril a la teva carrera de folladora però t’asseguro que amb mi t’equivoques i en començo a estar una mica tip dels teus atacs de gelosia irracional, saps?
-Quina barra que tens, Joan.
-No; tu ets una malpensada. Què ho fa que quasi totes les dones sigueu tan recargolades?
-I què coi ho fa que els paios sigueu tan rematadament frívols?
-Em consideres frívol, després de tots aquests mesos?- em va mirar severament i no vaig saber què respondre perquè el seu aspecte era glacial-... Potser jo també m’he equivocat amb tu- va afegir i girant cua, va fer via pel passadís, deixant-me sola a recepció.
Em vaig posar a plorar amb una barreja de ràbia, pena i frustració... i vaig maleir a la refotuda doctora esguerra- cors.

dijous, 15 de juliol del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 19:

LA MONTSINA, S'ESTRENA!!!


Ens va enxampar al Joan i a mi, en plena migdiada hivernal d’un dissabte que queien borrallons de neu. Vaig agafar el mòbil amb els meus dits letàrgics:
-Mmdigues?
-Xènia!
Em vaig incorporar d’un salt al llit i li vaig donar cop de colze a la cara al Joan que va fer una mena de so gutural i es va donar la volta, ensenyant-me el seus glutis pocavergonyes.
-Montse?- la sentia plorar o era jo que encara somiava?
-Oh, Xènia.... Xeni...
-Què passa? Estàs bé? Per què plores? Què tens? Puc ajudar-te?
-Això no podia passar-me a mi...
-El què? Estàs malalta? És mortal? Et trobes en fase terminal?- quasi anava a trencar a plorar jo també, temem-me el pèssim.
-No...
-I doncs?
-No... pitjor encara...
-Què pot ser pitjor que estar en fase terminal?
-Estar embarassada!
Vaig deixar la boca oberta i em va fer l’efecte que em queien quatre dents.
-Embarassada??
-Sí... d’allò que se’n diu quan un ésser aliè al teu organisme, envaeix la teva matriu i totes les defenses miren de contraatacar-lo per a protegir el teu jo, el teu cos, la teva individualitat i autonomia... un embaràs, Xènia!
-Sí, sí... sé de què va, Montse: treballo per a un ginecòleg i surto amb ell, recordes? He vist centenars de dones prenyades...
-Totes unes desgraciades, segur!!- va parlar amb la veu trencada com si fos la fi del món.
-Les he vistes molt felices, eh...
-Jo no ho sóc...
-Moontse- vaig intentar calmar-la una mica. Em resultava estrany perquè és ella la que té respostes per a tot i consols per a mi- Què té de dramàtica la situació?
-Que dintre de tres o quatre mesos, semblaré un bombo.
-T’has deixat l’accent a la darrera “o”.
-No; parlo seriosament. Això és terrible.
-Com ha estat? No em diguis que han fallat les pastilles perquè no m’ho creuré.
-I és clar que no!! Vaig deixar les pastilles fa un parell de mesos perquè em sentaven fatal i ho hem estat fent amb preservatiu: però fa cosa de cinc setmanes, quan vam sortir a sopar amb el Jacint i la Marta, vam tornar alegres a casa i... bé... què t’haig de dir...
-Tia; doncs avorta!
-És que quan li he dit al Jaume s’ha emocionat i se m’ha posat a plorar i tot... com vols que li ho proposi? Seria capaç de suïcidar-se: desitjava ser pare.
-Montsina, reina meva... potser és que ja tocava l’hora, no?
-Ha tocat massa aviat.
-Au, que ja tenim una edat, noia: dintre d’un mes compleixes els trenta- quatre.
-No m’ho recordis, vols? Estic mirant d’animar-me.
-Aleshores, pensa que aquesta criatura us canviarà la vida. Segur que no ha vingut perquè sí.
-Ha vingut per a tocar-me la gaita; per això: per a dir-me; “veus el que et passa per fer-ho sense condó?”
-Sigues optimista, Montsina: encara que ara ho vegis tan negatiu, en el fons és un regal.
-Vols dir?
-N’estic convençuda.
Es va fer un espai en blanc:
-Creus que seré una bona mare?
-No en tinc cap dubte: com també ets una bona amiga...
-Xèniaaa...- vaig riure a la seva exclamació sentimental però les llàgrimes començaven a vessar dels meus ulls color de mel- T’estimo...
-I jo, tonta. Deixa de plorar, punyeta: semblem dues cursis com l’Elena- em vaig adonar de que feia temps que no hi pensava seriosament en aquest element i em vaig sorprendre de la manca total d’odi, que m’omplia de goig.
-És que som cursis, Xeni. Com ella. No tan putes, però sí cursis.
-Tens raó... Me n’alegro molt per vosaltres, Montse: sobretot pel Jaume que deu estar botant d’alegria... Tinc el pressentiment de que serà una nena.
-Que no s’assembli a mi...
-És clar que no: et donarà mil patades.
Vam riure i ens vam sentir alegres durant quinze minuts.
Quan vaig penjar el telèfon em vaig mirar al Joan que encara m’ensenyava la part menys ajogassada del seu cos i sobtadament, una emoció estranya i majestuosa em va prendre. Potser va ser la neu que queia en una melodia sordina, fora del loft o la bona notícia de que la Montse estigués en estat i s’anés a estrenar com a mare a finals d’aquest any. O l’idíl.lic silenci que m’envoltava. La qüestió és que vaig desitjar més que mai al Joan i vaig necessitar que m’abracés.
El vaig despertar amb una petita empenta i es va girar, obrint les parpelles i fent brillar la claror dels seus ulls. Sota la manta, hi tenia muntada una tenda de càmping:
-Encara??- vaig mirar el campament amb incredulitat i ell va somriure. Jo també, però lleugerament.
-Què tens?
-Gana...
-De què?
-De tu- em vaig apropar molt a ell i vaig envoltar-me jo mateixa amb el seu braç d’home fort.
Se’m va acudir que potser i després de tot, no em desagradava tant la idea de ser mare i quasi vaig sentir enveja sana per la meva gran amiga...

dijous, 1 de juliol del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 18:

ARA VA DE TAQUICÀRDIES!

I les festes nadalenques van anar d’allò més bé; com era d’esperar. Sobretot, pel fet de no haver de sotmetre la meva dignitat als capricis inhumans de ma mare, de tocar-me el punt dèbil en aquestes dates tan marcades.
La Cindy va esdevenir una nena tan encisadora per dintre com per fora. Ens vam entendre molt bé ( no en el sentit literal de la paraula, és clar: els mots estaven de més; ens comunicàvem, majoritàriament per senyes: com si fóssim sordmudes ).
Al dia següent, després dels meus atacs d’enveja, manifestats telefònicament al Joan, en veure’ns a la clínica, ens va pujar la lívid a tots dos i en un moment donat i fortuït, ens vam tancar al quartet de la neteja i, entre detergents pudents, escombres, recollidors i draps humits quasi amb verdet, ens vam grapejar i besar com a possessos. És singular que les discussions via telèfon entre home i dona morts de passió, sempre finalitzin en una escena d’un erotisme inusitat quan es troben, cara a cara: ella sol evitar-lo per tal que es senti com un parrac brut: ell, la persegueix amb una desesperació patètica i al final, acaben rebolcant-se sobre merda, si cal, per tal de manifestar-se la seva mútua vehemència descontrolada i alliberada d’infàmia. Se l’amour...

Mentre la senyora Júlia Prat em creia a la Patagònia entre pingüins i blocs de gel, jo passava les festes entre el loft del Dr. Espinell i la casa dels seus pares. Gent humil però molt educada... més que d’altres que pretenen fer creure a la resta del món que tenir les butxaques plenes, els atorga, automàticament, elegància i classe... la de l’arrogància, principalment.
Tanta amabilitat i condescendència em van commoure i més malament em vaig sentir quan passat Reis; tot just el mateix dia que vam acomiadar a la Cindy a l’aeroport ( jo, amb llàgrimes als ulls i un “torna aviat “ en un anglès més barat que les tendes xineses ), ens va trucar la germana del Joan: la Meritxell, a mig camí de tornada, per comunicar-li que la seva mare era ingressada a l’hospital St. Vicenç per un desmai que no pintava bé:
-Et deixo a casa...
-Ni somiar-ho, Joan; t’acompanyo a l’hospital sense acceptar negatives.
-Gràcies: segurament necessitaré que estiguis al meu costat.
-Allà em tindràs.
Per uns moments, va treure la mà dreta del volant per prémer la meva amb força i em vaig arraulir a ell, amorosament, alhora que forçava el cinturó de seguretat que em prenia el coll com si pretengués escanyar-me.
Quan vam arribar, la mare del Joan: la Dolors, estava en el box, sota observació. El seu marit, feia cara de desnodrit, ressaltant encara més una primesa que inspirava quasi a l’anorèxia; però no es feia estrany, perquè el seu fill gran, l’Ernest, era com ell: un escuradents. En canvi, la noia havia pres els gens de la mare: més bé grassona i, per tant, poc estilitzada, tot i que tenia una fesomia molt agradable i uns ulls verds tan hipnòtics com els de son germà mitjà.
Estaven criant males herbes al bell mig de la sala d’espera ( on normalment es desespera ) i traient el cap de tant en tant per la porta per si s’apropava algun facultatiu per donar-los explicacions. Els vaig saludar amb compunció i em vaig asseure en una de les cadires blanques i ràncies que hi ha enganxades a la paret: aquelles que quan t’hi seus, inicien un balanceig de vertigen i et fan mirar cap a tots costats amb la certesa de que en l’instant menys esperat, te la pegaran i et faran caure de cul a terra.
Quan portàvem una mitja hora d’espera, va aparèixer un noi jove amb la muda verda pròpia dels metges i va preguntar pels familiars de la senyora Dolors Vic. El Joan, evidentment, va fer un pas endavant. El xicot va allargar una mà gran i venosa cap a ell i es va presentar com el Dr. Rodèlius. Embrossi Rodèlius. Vaig pensar que els seus pares no tenien perdó.
-Mirin; la situació és aquesta: la seva esposa i mare, ha patit una pre-aturada cardíaca provocada segurament per una fibril.lació ventricular severa, derivada d’una taquicàrdia que probablement ja devia tenir manifestada sense símptomes evidents fins el dia d’avui. De seguida que tinguem llit buit al departament d’arítmies, la traslladarem. Allà hi tenim el millor equip d’especialistes en aquest camp, coordinat pel doctor Josep Moneguet. Sense dubte, estarà en bones mans: no pateixin. Ara, si vol entrar algú de vostès al box per estar amb ella, no hi ha problema. Només la poden acompanyar dues persones però, perquè l’espai és reduït i hi tenim d’altres pacients.
Va somriure lleugerament i se’n va anar amb la seva afabilitat cap a un altre lloc.
Hi van entrar, la Meritxell i el seu pare. L’Ernest, el Joan i jo, vam romandre a la sala d’espera, sense saber de què xerrar.
I, vam saber de què parlar perquè ens vam tirar dues hores allà esperant que passés quelcom. Fins que van sortir la Meri. i son pare i ens van informar que anaven a pujar a la Dolors a cardiologia.
Tots ens vam dirigir a la sisena planta del gran hospital i vam esperar a la petita habitació doble, depriment, on hi havia un finestral que donava al pati interior: al costat d’una rampa per on hi passava personal constantment. A la poca estona, van entrar dos infermers arrossegant una llitera de rodes amb la mare del Joan estirada i tapada fins el coll i la van instal.lar en el llit a tocar de l’alegre finestra des de la qual, es filtrava una llum esmorteïda i descoratjadora. Almenys, la dona gaudiria del privilegi d’estar sola.
No va passar massa estona més, sense ni temps d’haver-nos dirigit vocables els uns als altres, que va entrar un home, vestit amb una bata blanca, impecable. Era alt i prim i aparentava tenir uns cinquanta anys. Tenia el cabell curt i canós, uns ulls petits, ametllats i foscos però molt vius i una nàpia prominent. Interessant... De nou, com el xicot d’urgències, també va allargar una maneta: massa petita per a la seva alçada, cap al pare del Joan i va pronunciar, amb una veu bastant aguda:
-Vostè deu ser el seu marit, suposo. Què tal: sóc el doctor Josep Moneguet.
Sense dir res més, va girar sobre sí mateix i va mirar a la Dolors que jeia amb un rostre cadavèric, incrementada la impressió, per la preciosa bata que gasten en aquests centres de salut i que la dona duia posada.
-Com es troba, senyora Vic?
-No sabria dir-li... em sento una mica marejada...
-És normal. Pateix de taquicàrdia i sembla que ara el seu cor, sobtadament, ha decidit molestar-la una mica. Amb els fàrmacs que li hem receptat, es trobarà millor.
-I és geu, això?
-Si es tracta adequadament, no: la taquicàrdia és menys complexa que l’arítmia.
A mi, allò em sonava a plàstics i decibels.
-Segurament, tot s’arreglarà amb una ablació.
-Ablació?!- cadascun dels membres d’aquella família em va mirar, inclòs el Joan, amb certa estupefacció. El tal Moneguet va arquejar les celles i amb un somriure servicial va respondre calmosament:
-Sí, efectivament. En aquests casos, solem utilitzar un catèter que introduïm per la vena aorta i el fem arribar fins a la zona elèctrica del cor que provoca les vibracions. La cremem i llestos. Amb les taquicàrdies sol donar-nos bons resultats: no acostumem a tenir problemes de reincidència- ara es referia de nou a la Dolors i els seus.
Vaig silenciar i en secret, em vaig avergonyir profundament d’allò que la meva ment havia interpretat per ABLACIÓ... què hi tenia a veure, el clítoris amb el cor?

Aquella mateixa tarda, la mare del Joan va deixar d’estar sola a la petita cambra. Hi van ingressar una altra dona, més o menys de la mateixa edat que ella i dues vegades més grassa. Quan la van posar a sobre el llit, els camillers la van deixar caure com si fos una foca ensinistrada o una enorme truïta de patates a la que volguessin donar la volta per coure-la.
Més que malalta del cor, semblava que estigués fotuda del cap. No articulava més que mots indistingibles que ni tan sols sabíem si eren catalans o croates. Gemegava constantment i durant els tres dies que la Dolors va romandre al St. Vicenç, ens vam acostumar als laments en forma de “Aaiii” que sonaven de fons com música ambiental d’una peça ratllada o un gra massa psiquedèlica per a les nostres rústiques oïdes.
Al principi, vam intentar bescanviar alguna conversa amb la que, pensàvem, era un ésser viu normal i corrent fins que a les poques hores, vam resoldre l’entrellat que la pobra devia tocar campanes.

De tant en tant, les infermeres, quan entraven a l’habitació per canviar els llençols i netejar-la una mica a ella, ens dedicaven una mirada còmplice com dient: “pobrets: santa paciència” i aleshores es dirigien a la senyora- balena i li xiuxiuejaven amb tendresa: “Vinga, senyora Paquita, no remugui tant que aquí la tractem molt bé” i, naturalment, l’altra seguia amb el seu planyiment fent cas omís.
Un dels dos migdies que em vaig apropar a l’hospital, aprofitant l’hora de dinar, amb el Joan, per veure a la seva mare, estàvem asseguts al voltant del llit ( ja li havien practicat l’ablació: la de cor, vull dir! I tot havia anat segons el previst ): el Joan seia d’esquena a la cortina que separava a les dues pacients. Rèiem per alguna de les banalitats que estàvem esmentant en aquells moments quan de cop i volta, tot el terra va tremolar: vam fer un bot sobre les nostres cadires i la Meritxell, assentada sobre el llit de la seva mare, es va aixecar alarmada i va cridar: “Un terratrèmol!”.
-Meri; no en patim de terratrèmols a Barcelona!- va dir el Joan amb els ulls desorbitats.
Va descórrer la cortina i allà, tirada per sobre de les rajoles com un sac de formigó: a l’altra banda de la llitera on érem nosaltres; a tocar de la porta d’entrada, hi era la senyora Paqui, gemegant com sempre però amb un clam més pronunciat.
-Déu meu! Pobra dona...- va exclamar la Dolors.
Tots vam córrer en el seu auxili. Entre el Joan i son pare van mirar d’aixecar-la:
-Hòstia puta, com pesa, tu!- vaig creure que el Sr. Joan Espinell pare, es trencaria per la meitat. Tant ell com el seu fill, esbufegaven, vermells com el sol ponent de tardor.
-Espereu: premeré el botó perquè vinguin les noies.
La Meritxell es va apropar a l’intercomunicador i a l’acte va sonar una veu de restreta amargada:
-Síiii?
-La senyora Paquita ha caigut del llit!!!
-I com collons ha caigut del llit?- va preguntar el pare del Joan.
-Com vols que ho sàpiga, papa? Estava aquí igual que tu. Haurà mirat d’aixecar-se... jo què sé.
-Déu me’n guard: quin ensurt m’ha donat. Una mica més i m’han de tornar a intervenir- ho deia la mare del Joan amb un mig somriure dissimulat.
-Tal i com està aquesta bona dona, no ha rebentat de miracle, amb la caiguda- el Joan se la mirava, circumspecte, acaronant-li les galtasses greixinoses.
-Penses que és un globus d’aigua o què?
-Pare, aquesta senyora està tan grossa que no me’n sé avenir que l’hagin pogut entrar per la porta d’urgències de l’hospital: i mira que és ample!
Pare i fill tenien una conversa tan realista que la Meri i jo ens vam mirar de reüll i ens vam fotre a riure tapant-nos la boca amb tal repressió que ens va agafar singlot.
Tres fornits paios van entrar de seguida i la van col.locar al seu jaç de nou, amb un PAFFF que va sonar a pet de llufa i que, del cert, no vaig saber distingir entre el soroll dels llençols.
La Paquita, pobrissona, resguardada pels seus greixos, no va patir més que alguna que d’altra contusió i quan la mare del Joan va abandonar l’hospital, ens va dir que la desventurada encara seguia amb la seva repetitiva cançoneta del “ai, ai, ai” com si fos una cantadora gitana.

L’important és que tot va anar bé: que la Dolors es va refer ben aviat i que la vaig acompanyar a casa seva durant uns quants dies. Hi vaig fer bons vincles tant amb ella com amb la seva filla i la veritat és que he agafat el gust d’anar a dinar amb tots plegats quasi cada diumenge. Per al Joan és positiu però a vegades, inclús em sembla que es sent molest que presti tanta atenció a la seva família i el deixi una mica de banda... com són els homes...
Però estic contenta: em sento molt més unida a ell.

dijous, 10 de juny del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 17:

TIRORIRO-TIRORIRORÍ:

El “Tiroriro-tirorirorí” del meu telèfon va sonar aquella mateixa nit a la una trenta- dos de la matinada quan jo encara ploriquejava al llit, amagada entre el tumult de funda nòrdica, manta i cobrellit... El mòbil parpellejava dintre de la meva sabatilla ( quan me’n vaig a dormir, l’acostumo a dipositar aquí per tal de no enderrocar-lo quan apago el despertador amb una mà sense tacte a aquelles hores matineres ).
Vaig contestar amb veu tènue i somicosa:
-Xènia... estàs plorant?
-Sí.
-Per què, petita?
-Perquè ets sòrdid! Menyspreable! Abominable!
-Escolta: tenies tot el dret a saber que sóc pare però... em feia... em feia por sincerar-me: en tot aquest temps no he trobat mai el moment just per a explicar-t’ho. Temia que marxessis cames ajudeu-me si t’ho deia.
-Per quin motiu hauria d’haver fugit de tu si sabia la veritat? A cas ets un maltractador de nens o res semblant?
-No...
-I doncs, eh? M’has pres per la típica nena cursi i cap de trons que no entén res, oi? Que només pensa en els seus modelets i en portar la mitja melena ben arreglada- i no s’equivocava...
-No diguis això: no és cert i ho saps. La cosa no era tan senzilla. Confessar a una dona a la que estimes, que tens una filla, pot posar en risc la relació...- que m’estimava!!! Oh!!! La petxina em va començar a donar palmes sota la flassada- L’Ayleen i jo, vam tenir un rotllo esporàdic. Va venir a Espanya a fer un curset pràctic. Ens vam agradar; vam mantenir relacions unes quantes vegades i cap a les darreries, es va quedar en estat. No va voler avortar perquè a casa seva eren molt catòlics i li tenien menjat el cap, de manera que em va dir que tornaria al seu país i jo em vaig comprometre a fer-me’n càrrec de la criatura i posar-li el meu cognom. Això és tot. La Cindy, quasi ni em coneix, pobreta: ens veiem dues vegades a l’any i ni així: normalment, per les vacances d’estiu i ara de cara a les festes nadalenques. Potser, algun dia, ja no en sàpiga d’ella.
Tot i els seus raonaments, em sentia engelosida i vaig seguir a la meva com si no hagués escoltat ni una paraula del sermó que m’acabava de deixar anar:
-Tots els homes sou iguals: uns mentiders i uns falsos. N’estic farta de vosaltres!!
-No sóc mentider. Només m’he limitat a ometre una part de la meva vida i ja està. T’asseguro que tard o d’hora, si això nostre hagués seguit endavant, t’ho hagués revelat.
-Estafador!!!
-Ei... jo no t’he estafat res.
-Sí, senyor: m’has estafat la confiança que tenia dipositada en tu. Ja no me’n podré refiar...
-Ostres, Xeni... per favor... no et posis així, preciosa.
-No m’anomenis preciosa!!!- xisclava per telèfon i estava segura de que ell devia enretirar-se el mòbil de l’orella per tal que no el deixés sord com una tàpia- A quantes ties més els llences pirops?
-Què dius, ara?
-Ja que tenies una filla secreta, ara també resultarà que tens amants amagades sota les pedres, no?
-I és clar que no, tia! Què t’empatolles?
-El guapo doctor Espinell li pren el pèl a la tòtila de la secretària; se la folla quan vol i es queda tan ample. Què? Et diverteixes narrant-li als teus grans amics de professió que te’m passes per la pedra cada vegada que et ve de gust i que jo em sotmeto com una poca- pena que està penjada per tu?- mmm.... aquesta conversa tenia un caire morbós que m’estava encantant... jo, delirava, per descomptat, però em posava a to saber que ell, des de l’altre costat de la línia: des del seu enorme loft de St. Cugat, estava perdent el cul per mi, desconcertat com el tenia.
-No... jo... no; de cap manera... com vols que...
-Mentider!
-Xènia... m’estàs tornant boig... tot anava pel fet que no t’havia dit que era pare... fora d’això: no he fet res dolent.
-Segur!
-No! Jo no et prenc per tonta... al contrari... ets una tia espavilada, bonica, atractiva, sinuosa, elegant... què més vols que et digui? Que em perds: que quan et veig cada matí allà a la clínica em vénen ganes de violar-te sobre el taulell.
Vaig callar i de transfons sentia la seva respiració agitada des de l’altre cantó. La meva cloïssa insatisfeta i alterada, no parava de bategar a les parts baixes... i vaig tenir la seguretat de que necessitava tractament per a nimfòmanes.
Tota emocionada i, encara que de la forma menys obscena possible perquè estava tapada fins als ulls, vaig respondre amb una veu eròtica i profunda:
-Vull que em diguis que demà al vespre em pegaràs un clau rere l’altre fins a fer-me perdre el coneixement.
-Hòstia, lady... no em facis això. M’estàs trempant i ara em faràs passar una nit d’insomni, de puta mare.
-Així, te la torno.
-No s’hi val: la teva venjança va més enllà del que em mereixo.
-La meva venjança, guapo... no ha fet més que brotar... Bona nit, senyor Espinell Vic... i... posa-te-la en una glaçonera...
Vaig penjar i em vaig adormir com un angelet.

L’endemà em va trucar la mare per preguntar-me què faré aquest Nadal. Li vaig dir que el Joan i jo tenim previst de marxar a la Patagònia. Passo de que el meu Príncep Blau, ara es converteixi en “el pare a marxes forçades”. M’hi nego!!

dimarts, 4 de maig del 2010

SER DONA SENSE ESTRESSAR-SE

CAPÍTOL 16:

I AQUESTA PRECIOSITAT, QUI ÉS?

Bé; massa, massa gelós, el Joan no era. Va oblidar molt ràpidament l’incident amb el Xavi, i això no em va acabar de satisfer... hi veia dues opcions: o que el noi passés de mi més del que aparentava o bé que fos així sempre, per regla general: la qual cosa li treia punts perquè no m’agraden els homes summament desencadenats: una petita porció de gelosia és benvinguda en una relació... o no? En canvi, el tio va fer com si realment no l’hagués inquietat més del que vam parlar aquella tarda: i l’endemà i el següent i l’altre, tot va seguir igual. Ni retrets, ni mals humors fora d’hora... res: somriures, bona sintonia i posa-t’hi flors, Xènia. Collons: jo volia males cares, reprovacions, insinuacions escortades per mirades de fúria irrefrenable... puaj!
En part millor perquè vam seguir fent la nostra com si res.
Sí que vaig notar un cert canvi en la seva forma d’actuar; però ben bé tres setmanes després de l’encontre.
Es passejava per la consulta amb aire desatent i amb un comportament sospitós. Quan érem plegats, feia el mateix: és a dir: no existir. Com si habités un altre planeta i amb mi només hi fos el seu cos. Aparentment, semblava que es tractés del que es tractés allò que li succeïa, no anava amb mi però d’altre banda, tenia la impressió que jo hi pintava alguna cosa en aquella conducta misteriosa... em preguntava si estaria mutant. Alguns paios ho fan quan porten cert tempet al costat de la mateixa dona... si en sabré d’aquestes coses... s’esgoten i aleshores, sofreixen una mena de metamorfosi infecte i llavors és quan el penis se’ls en va cap a tot arreu per inèrcia, a favor de la seva subsistència.
En principi vaig mirar de no donar-hi importància; al cap i a la fi, tots podem patir una temporada maldada però quan vaig observar que la cosa semblava allargar-se més del que calia, em vaig començar a tornar una mica paranoica. Contemplava a les meves condeixebles cada vegada que ell els passava pel davant per tal de detectar alguna mena de mínima senyal, que pogués tenir un embolic amb qualsevol d’elles: especialment, amb la Mireia, que era la més afavorida. Per contra, no trobava que hi hagués quelcom d’anormal entre ells. I això, naturalment, em desconcertava perquè no tenia a on agafar-me.

A darrera hora d’una tarda de dimecres de poca feina, mentre estava a la recepció, navegant per Internet per tal de no avorrir-me excessivament, es va obrir la porta i van entrar una xicota, d’uns vint-i-pocs anys amb una nena que n’aparentava set o vuit: la primera idea que em va voltar el cap va ser que aquella noia era massa jove per tenir una cria de tal edat. Susdita senyoreta, se’m va apropar i amb una positura apocada i molts bons modals va preguntar pel senyor Espinell:
-Tenia hora concertada amb ell?
-No, no... en realitat no venia a visitar-me; venia per ella- i va assenyalar a la neneta que em mirava amb uns enormes ulls rodons d’un color blau fosc, fantàstics.
-I aquesta preciositat, qui és?- “quina nebodeta més bufona”, se’m va acudir, alhora que m’abocava per sobre del taulell per tal de veure-la millor i oferir-li la meva màxima amabilitat.
-La Cindy- el seu accent va sonar estrany; un català d’aquells de nyigui-nyogui que es barrejava, indubtablement, amb un altre idioma.
-Oh, quin nom més bonic, Cindy. Que vens a veure al teu oncle, potser?
La nena se’m va quedar mirant amb un gest que no vaig saber interpretar si era una insinuació de “ets idiota o ho fas veure?” o de certa perplexitat enfront les meves paraules.
-No... que va!- la noia va somriure àmpliament- és la seva filla...
-Ah??- sabeu allò quan t’adones perfectament que se t’està quedant la cara d’autista profunda i que els demés te la miren adonant-se’n clarament de la teva severa carència? Em notava el llavi inferior, immòbil: com si tot d’una hagués patit una embòlia que em dificultés la parla. Quasi vaig creure, per unes dècimes de segon, que em queia la baba. La gesticulació va anar acompanyada d’un to de veu agut i beneitó- La... seva filla?
-Sí; té sis anyets. No parla massa bé el català perquè viu a Anglaterra.
-Ja...
Estava segura de que anava desmaiar-me per qualsevol racó a partir del moment que m’aixequés de la cadira. Vaig agafar l’auricular i vaig trucar al despatx del Joan. Ell va respondre amb un fil de veu:
-Diga’m, Xeni.
-Aquí hi ha... - vaig alçar la vista cap a la dona...
-La Miranda.
-Aquí hi ha la Miranda amb la Cindy; la teva FILLA- i vaig remarcar les lletres, especialment recalcant la “ll”- que t’esperen.
-Ah. Sí; surto- i em va penjar secament.
Va sortir tot despentinat i amb una pinta de llunàtic, increïble. S’havia estat remenant els cabells en el seu escriptori? I això, per què? Potser es sentia una mica cabró?
El primer que va fer va ser llançar-me una miradeta d’aquelles que guarden tots els homes quan es senten acovardats i són plenament conscients que l’han pifiat ben grossa. Jo, evidentment, vaig fer com si no l’advertís.
En segon lloc, es va dirigir a la petita amb els braços oberts:
-Oh, my darling...
La Cindy el va abraçar amb molta tendresa i em vaig sentir una mica desplaçada, sincerament ( a part d’absurda, és clar ). Una altra vegada m’havia deixat enredar? Ara resultava que el meu nuvi tenia una filla secreta de la que no m’havia esmentat res en els cinc mesos que portàvem sortint.
-D’això... Xènia; et presento a la meva filla: la Cindy- ho va dir mirant-me l’orella, interessadíssim en el meu lòbul d’on, excepcionalment, no hi penjava cap arracada.
-Sí; ja hem fet les presentacions... oi, bonica?- vaig picar l’ullet a la nena que es va quedar impassible. La pobra entenia tant de català com jo de cantonès. El meu somriure hipòcrita i retingut, no m’abandonava- És encantadora... la veritat és que no s’assembla gaire a tu- el vaig fitar amb les venetes bategant-me als ulls.
-No... no, ni molt menys: ha sortit a sa mare.
El vaig acabar d’enclastar, fulminant-lo amb una mirada d’odi privat i ell es va moure una mica alarmat, acariciant els cabells rossos lligats en dues trenes de la seva filla; “l’apareguda”.
-Bé; vull dir... la seva mare no és massa agraciada però la Cindy ha heretat els seus trets facials, en versió reformada, ej...- se li va quedar travada la rialleta tonta que no venia al cas.
-El Dr. Espinell em va explicar que ell mateix va portar al món a la seva pròpia filla... –la pobra noieta que havia vingut de mainadera i que estava ficant la pota d’una forma fastigosament innocent, va posar cara de novel.la rosa i em van venir temptacions d’encaixar-li una pilota de bàsquet a la boca.
-Oh... encisador...- hi havia una destral a prop?
-Who’s that girl?- la criatura tornava a parlar... i tots tres la vam mirar com si Jesucrist en versió femenina, decidís delectar-nos amb uns mots bíblics i celestials.
-She’s the secretary of your dad, love- va respondre en un anglès curadíssim, la Miranda que, per cert i curiosament, semblava la germana bessona de la dona del Julio Iglésias: un factor més per odiar a mort al Joan.
-Auh...- les galtones se li van ruboritzar a la cria i un somriure tímid va sortir dels seus llavis amples i infantils i de sobte, vaig sentir un afecte maternal, commovedor.
Els tres adults ens vam quedar callats i aleshores, la Miranda ens va mirar al Joan i a mi ( no tenia pinta de ser idiota, de manera que segurament devia detectar certa tibantor entre nosaltres ) i va exclamar, amb la seva melòdica veu:
-Bé: me’n vaig que encara haig d’agafar els ferrocarrils i he quedat amb un col.lega.
-Vols que t’hi apropi?
-No, no cal, Sr. Espinell: merci- va fer una ullada a la criatura i situant-se a la seva alçada, li va fer un petó molt suau- Bye, Cindy, dear.
-Bye- la nena se la va mirar amb cara de “no em deixis aquí tirada, si us plau”.
-Adéu... Xènia?- em va oferir una maneta menuda i ossuda però de llargs dits com tentacles.
-Sí; correcte. Encantada, Miranda- la vaig correspondre amb el braç tant estirat com un tronc d’aquells que et foten un caminet de muntanya, enlaire.
Va desaparèixer rere la porta de la consulta, ondejant la seva cabellera sedosa i platina.
Em vaig quedar mirant cap a la direcció per on ella s’havia esvaït, com si hi veiés alguna figura fantasmal que m’estigués explicant alguna batalleta de la guerra civil. I de mentre, sabia a ciència certa, que el Joan em fitava de reüll amb un semblant de culpabilitat que em posava a cent.
Quan vaig tornar a reaccionar, la Cindy tenia els seus ullassos blavosos, perforant els meus. De debò que, i sense ànim de ser perversa, en aquells moments em recordava a la nena del “Exorcista”, poc abans de la transformació. Era bufoníssima però tenia una expressió molt buida al rostre.
Em vaig posar a endreçar sense mirar al Dr. Espinell que estava allà petrificat espiant-me amb l’esguard baix.
-Anem a sopar alguna cosa: vols venir?
Vaig trigar una estona a respondre: com si no el sentís:
-No, gràcies. La teva filla i tu tindreu moltes coses de les que xerrar i donat que el meu anglès és tan pur com les fulanes de la Rambla Catalunya, prefereixo no participar-hi. D’altra banda, imagino que la nena tindrà ganes d’estar amb el seu PARE a soles- vaig subratllar el vocable sense mirar-lo ni una sola vegada, alhora que trastejava absurdament amb una carpeta que anava col.locant d’un calaix, a l’arxivador i de l’arxivador, a l’armari...
-Estàs emprenyada, oi?
-Nooooooooo.... què t’ho fa pensar? Si és d’allò més normal sortir amb un tio i no assabentar-te’n fins al cap de quasi mig any, que té una filla... Succeeix cada dia, tranquil. És que m’ha de venir la menstruació i estic de mala lluna, ja saps... cosa de dones...
-Xènia...
-Deixa-ho córrer, d’acord?
Vaig sortir de darrera del taulell amb la meva bossa marró penjada de l’espatlla, tota indignada i em vaig clavar una topada al maluc contra el moble, mentre intentava esquivar la seva mà que mirava de prendre’m pel braç.
-Au, Xènia, carinyo... permet-me que t’expliqui, dona....
-Fes-ho per sms!!
Vaig marxar corrents passant per davant dels mostradors darrera dels quals hi sobresortien els seients deserts de les meves companyes que havien plegat durant l’estona que havíem estat intercanviant estupideses allà a la sala d’espera, el Joan, la Miranda i jo amb una nena de sis anys que, ben segur, no ballava sardanes.
Tenia els ulls plens de llàgrimes quan vaig sortir al carrer i un fred glacial em va recórrer des dels dits dels peus fins a la punta del nas. Em vaig penedir de no haver-me acomiadat de la criatura: pobreta; al cap i a la fi, ella no en tenia cap culpa. També em vaig penedir de no haver permès que el Joan m’apropés fins a casa... cago en Déu, la rasca que fotia!!!