dimecres, 16 de març del 2011

DIARIO DE UN HOMBRE MALTRATADO

En fin… Magda conoce la parte más amable de mi vida y creo que yo también conozco lo mejor de la suya. Pero indagando, descubrí que el día que la hallé sollozando desconsoladamente fue la época en la que su marido le pidió el divorcio. Tiene dos hijos; dos niños preciosos por lo que he visto en las fotos que alguna vez nos ha enseñado. Y es que ella también es bonita: enormes ojos de largas pestañas, nariz ensanchada y labios gruesos y carnosos de un rosa subido.
Yo era consciente durante las intervenciones de que me miraba de un modo distinto; no sé por qué, despierto interés entre las mujeres; no lo digo con egolatría: me doy perfecta cuenta de que algunas de mis compañeras desearían mantener algún tipo de relación conmigo, fuera de la estricta en el trabajo. Es un tópico del que muchos habrán escuchado hablar, el que dice que en el mundo de la medicina no se pueden mantener relaciones estables. La mayoría de las veces, nos entregamos tanto a nuestro quehacer que no llevamos vida íntima alguna y ello nos arrastra a mantener afectos esporádicos; por descontado, la mayor parte de nosotros nos casamos y formamos una familia pero sólo como fachada de una apariencia “ideal”; no son pocos los colegas que, o bien mantienen veinte o treinta relaciones carnales multiplicadas por distintas mujeres al año o acaban por divorciarse y juntándose con alguna de sus camaradas. Y hablo de hombres porque entre ellas no se da de un modo tan asiduo, si bien llevan un ritmo de vida sentimental tan desorganizado como el nuestro; puede que sepan disimularlo mejor.
A mí, nunca se me pasó por la cabeza serle infiel a Laura; estaba ( y estoy ) tan enamorado de ella que la idea se me antojaba, incluso, chistosa. Sumido en mis pesadillas diarias junto a su persona y tragando cada una de sus crueles palabras y reproches, jamás se me ocurrió dejarme llevar por otro cuerpo que no fuera el suyo. Y menos que mi relación de adulterio pudiera alargarse a dos años.
De hecho, Laura y Magda se conocen, lógicamente; de la misma manera que yo conozco a los compañeros de mi esposa. Desde luego, las mujeres son más intuitivas, no me cabe la menor duda; ella supo antes que yo mismo que estaba manteniendo un romance con Magda. Sé que, igualmente mantiene desde hace años sus aventuras particulares y a estas alturas me importa relativamente; si es feliz y éso puede ayudarla a relajar su mente, lo prefiero así pese a que por las noches cuando me acueste a su lado, los celos se me coman en el silencio de la habitación y desee intercambiar cuatro palabras con su amigo el Dr. Peralta. Pero tampoco yo me estoy comportando como debiera… ¿es injusto?.
Magda fue uno más de nuestros tantos motivos de gran disputa. Hará más de seis años. Está claro que yo con ella me llevo muy bien; por tantas horas como pasamos juntos, tantos buenos y malos momentos que vivimos con el resto del grupo: éxitos y derrotas; compartiendo el dolor cuando un ser humano se nos va o el ánimo cuando vemos la recuperación de otro… riendo y apoyándonos cuando llevamos el día entero de trabajo enloquecedor, exhaustos: es inevitable que con tal mezcla de emociones y tiempo, nazcan un entendimiento y un cariño casi imperceptibles a ojos de cualquiera… menos a los de Laura, naturalmente.

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