dissabte, 8 de gener del 2011

DIARIO DE UN HOMBRE MALTRATADO

Una de esas tardes, caí en la cuenta de que casi no me había explicado nada acerca de su madre:
-Laura… ¿y tu madre?... nunca me hablas de ella. ¿Cómo es? ¿Igual de bonita que tú? Aunque lo veo difícil, la verdad…- me di cuenta de que sus facciones se contraían y de pronto observé con desagrado que me había metido en terreno pantanoso.
-¿Mi madre? ¿Qué quieres que te cuente, Jorge?... Con papá no me llevo bien pero casi me atrevería a decir que mejor que con ella. Vive en casa como si fuera una sombra; siempre al acecho de lo que mi padre hace o deja de hacer. No suele tener opinión sobre nada; ni un sí ni un no… sólo un “lo que tú quieras, cariño”… sinceramente, no me extraña que mi padre se acueste con otras mujeres…creo que la suya es aborrecible.
-Caramba… tampoco seas tan dura con ella: a fin de cuentas es tu madre.
-Bueno, éso no implica que deba decir todo aquello que alguien espera que una hija cuente acerca de su madre. Existen muchas personas y cada cual, distinta; muchas madres; algunas, mejores que otras; podría decirse que la mía, pasa sin pena ni gloria.
Escuché callado y no pregunté más: desde luego me quedó claro que, por el motivo que fuera a Laura su madre le resultaba, en cierto modo, despreciable; tampoco le di mayor importancia: aunque pude detectar en su mirada sombría una cierta llama de resentimiento.

Durante el primer año todo fue maravilloso; estudiábamos y nos veíamos; ella absorbida y entusiasmada en su mundo de la mente inescrutable y yo, ensimismado en el mundo del corazón y de sus enfermedades más terribles. Intercambiábamos opiniones y a veces discutíamos por las diferencias de base en su forma de enfocar las cosas y la mía. Una noche que habíamos salido a tomar algo por ahí, sentados en un banco y hablando sobre las divergencias entre hombre y mujer, mientras yo me defendía de sus acusaciones, me chilló acaloradamente:
-Es que todos los hombres sois igual, Jorge! No tenéis en la sesera más que ese instinto primitivo y predominante que la naturaleza os otorgó en la edad de piedra. No habéis progresado en vuestros andares a lo largo de todos estos miles de años: seguís creyendo que sois el sexo fuerte sólo por tener la masa muscular más desarrollada que el propio cerebro; os disfrazáis con vuestra aparente fortaleza y luego a la hora de la verdad, os amedrentáis por cualquier estupidez que se os escapa de las manos: perdéis el control absoluto cuando las cosas no funcionan tal y como habíais planeado y creíais dominar… sois absurdos y frívolos!!- de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas y no supe más que abrazarla. No le pregunté nada y ella misma me contó que aquella tarde había discutido con su padre por el tema perpetuo: disconformidad con todo lo que ella quisiera hacer; no tenía suficiente con que estuviera estudiando la carrera de psiquiatría; para él, tratar con locos era, literalmente, acabar como ellos: encerrado en una sala acolchada con una camisa de fuerza. Imaginé que la bronca había sido fuerte por tal y como rompía en llantos puesto que Laura no había sollozado delante de mí ni una sola vez.- Es increíble que no comprenda que no todo se reduce a su pequeño mundo cuadriculado. ¿Qué quería que estudiara: derecho? ¿Tanto le cuesta asumir que cada uno es independiente y que llega un momento en la vida de todos en el que se escoge la opción que más interesa a cada cual, según el propio criterio personal? No soy ninguna niña; tengo casi veinticuatro años y creo que no tengo por qué dar explicaciones de lo que deseo o de lo que no, ni tampoco de con quién me acuesto, dónde, cuándo, si él es estudiante o albañil! Mira a José; cumpliendo los designios de mi padre como un tonto: a su día y hora… esto no va así; la vida no funciona de este modo… ¿no crees, Jorge?.
-Bueno, cariño; no le hagas demasiado caso; lo mejor es que para olvidar roces me presentes a tus padres y, si en parte, la disputa que habéis tenido ha sido por mi causa, al conocerme y saber que algún día seré cardiólogo, consigo reblandecer algo su corazón… ¿qué te parece?- Laura me miró con una lágrima en la mejilla que resbalaba lentamente; sus ojos hermosos dibujaron una clara conformidad y me besó… y aquella noche el sexo volvió a formar parte de nuestra velada, una vez más.

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